miércoles, 29 de septiembre de 2010

Diálogos inexistentes

-¿Querés que te diga todas las cosas lindas que tenés vos?
-Sí.

martes, 28 de septiembre de 2010

¿Ya es marzo?

Yo no sé bien de dónde saqué esa loca idea de que a partir del primero de marzo mi vida va a ser maravillosa, divertida y sin problemas.

lunes, 27 de septiembre de 2010

domingo, 26 de septiembre de 2010

Asi, a la distancia, no dejo de preguntarme: ¿Cómo me pude enamorar de vos?

viernes, 24 de septiembre de 2010

Así, viernes, no

El desayuno triste con un café medio quemado, tostadas de pan viejo y sólo queso crema.

El fantasmita europeo

Todos se quieren ir. No creo que quieran huir de mi, porque no es una idea que se les ocurre cuando me conocen. No. Ellos me conocen ya sabiendo que quieren irse, desaparecer. No por diez días, no por un mes. Irse, solos. Irse, sin saber si se vuelve o no. Irse, y nada mas. Me paraliza tanto escuchar es posibilidad, ese plan a futuro.

No quisiera quedarme sin palabras cada vez que se me habla del tema. No quisiera ver en esas palabras: abandono, separación, tristeza ni olvido. Quisiera ver felicidad, quisiera ver alegría, quisiera ponerme contenta por el otro, ayudarlo a cumplir el sueño, entenderlo.

Pero no puedo che, no hay manera.

jueves, 23 de septiembre de 2010

La ansiedad al palo

Quiero que sea rápido el año que viene porque tengo un montonazo de proyectos copantes.

martes, 21 de septiembre de 2010

Ser anciana es elegir comerse una ensalada.

¿Brillante? ¿Brillosa? ¿Qué dijiste?

Hay que aprender a sonreír y callarse la boca y agradecer y decir "por favor". No recuerdo, mas bien no quiero recordar, si djo brillosa o brillante. Qué abismo tan gran hay entre brillosa (¿grasosa?) y brillante (¿rápida?). Qué difícil no saber qué se escuchó.

Mas dificil que no saber si brillosa o brillante es no saber callarse la boca. Porque qué necesidad. Para qué preguntar. Con qué objetivo.

Entonces fue:

"Estás brillosa" o "estás brillante".

Y después lo innecesario:

"¿Y eso es bueno o malo?".

Y después, la confirmación de lo innecesaria que era la pregunta, el cachetazo invisible, la respuesta mas temida. El silencio.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El horror es no poder contenerse

"Ay, sí, yo también quiero hacerme la dura, pero después venís a cuidarme porque me sacaron una muela y toda drogada por la anestesia y por el analgésico y por el antibiótico y medio despierta medio dormida empiezo a decirte cosas cariñosas que ni siquiera me acuerdo bien qué son y después me muero de la vergüenza."

Cuando el lunes se convierte en lo peor del universo estás jodido

Y no es que haya descansado viernes sábado y domingo. No, para nada. Viernes estudié hasta que se me empezaron a cerrar los ojos. Sábado cociné para la familia y después paseé un rato y caminé toda la tarde y eso a mi me cansa muchísimo. Y a la noche hice guacamole, hicimos guacamole, varias paltas de guacamole, varios tomates, varias cebollas, varios limones. Y el domingo estudié, y leí y no entendí y me empezó a agarrar la tara mental "no entiendo no llego no entiendo no llego no entiendo no llego". Y la verdad es que no, no entiendo, no, Kant, no te entiendo, con cada párrafo tuyo que leo tengo que parar el mundo y leer y leer y leer y leer y seguir sin entender. Y no, tampoco llego. Porque como siempre, todo para último momento, todas las semanas pensando "no es tanto, total ya lo sé todo". Y de repente esos "no es tanto" se juntan y la puta madre, esto es un montón, no llego.

Pero aun asi. Con la tara mental "no entiendo no llego", con las tareas y los paseos y dormir poco y cocinar mucho, aun asi estoy contenta, y estoy alegre y estoy feliz y me rio y no me importa tanto que no esté funcionando todo. Pero el domingo a la noche, cuando me doy cuenta que estamos a horas del lunes, todo se transforma. Toda la alegría y toda la felicidad y todas las risas desaparecen y me angustio, me seco por dentro, me paralizo y soy la personificación de la mala onda.

Y el lunes es todo gris, es todo oscuro, es el peor otoño del universo, es el invierno mas crudo, es la lluvia torrencial desde la parada de un colectivo sin techito. El lunes es ropa oscura en pleno verano. Es una comida demasiado salada: el lunes no tiene solución. Es la rutina. Es siempre lo mismo. Es "basta de esto". Es "ya fue suficiente". O no. No es "ya fue suficiente". Es "ya fue demasiado". Es la intolerancia, las malas contestaciones, la falta de paciencia, los dientes apretados, la rutina del bajón de presión una vez por semana, el cuello duro, y los nervios. Y llegar tarde y que no importe. Que no importe nada. Que todo se vuelva una mierda. Que el lunes me olvide de todo lo bueno del viernes el sábado y el domingo. Que todo sea horrible, espantoso, terrorífico. Que la dictadura horaria de diez a dieciocho te esté (me esté) haciendo pedazos por dentro. Que nada me haga reir. No tener ganas de hablar. Querer faltar por faltar. Que haya mas parciales para tomarse mas días de estudio. Es llegar a la puerta y antes de abrir, llorar.

¿Vale la pena todo eso?

No.

Lapidario

"Está hecha una boba".

martes, 14 de septiembre de 2010

No correspondido

A veces sueño que me decís que te pasa lo mismo que yo te dije que me pasa con vos.
Le dije: "Va a ser una niña". Y después: "Va a ser la ruludita mas preciosa y malcriada de todo el condado". Y por último le pregunté: "¿No te da mucha impresión tener una criaturita adentro tuyo?".
Ay, ¿viste?. Sólo sale con chicas que son su reflejo, pero con concha.
Es increíble.
Creo que es porque en realidad está enamorado de él.
Su sueño debe ser noviarse a sí mismo.

¿Zuecos?

Lo único que nos faltaba.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Los domingos

A la mañana todo se ve más lindo, pasa que en general estamos durmiendo.
A la tarde es neutral, pasa que en general estamos durmiendo.
A la noche es depresivo, pasa que ahí ya no tenemos sueño y sólo tendencias suicidas.
Los ansiosos podemos llegar a enloquecer frente a una llamada perdida que provino de un número privado o un número desconocido.

Uh, ¿te imaginás si me caso?

jueves, 9 de septiembre de 2010

Podría retrucarte

Pero no te conviene.
Porque si te digo todo lo sé, te pegás un tiro.

Remeras preferidas

La remera con conejitos saltando que me regalaste para mi cumple acaba de destronar a la de la jirafa roja metálica que había destronado a la fucsia con una gatúbela plateada.

Ando como las viejas, dando espectáculos en la vía pública

Pensé que era cansancio. Cansancio y calor. Hay que estar entrenado para viajar en colectivo a las seis y cuarto de la tarde, de lo contrario aparece un mal humor que no se va con nada. No había olores extraños. Iba sentada. Pero tenía cansancio, un cansancio que no me dejaba estar sentada con la espalda derecha. Me dejé caer. La cabeza sobre las rodillas, abrazando la campera que ya me había sacado porque hacía calor, mucho calor.

"Esto no es calor. A mi me está bajando la presión".

Y claro, cuando mentalmente dije "bajando la presión" tuve náuseas, y empecé a sentir la cara blanca, pálida, las ojeras violetas, las manos temblando y transpirando. Me levanté rápido del asiento, retrasando el vómito lo más posible, esquivé gente con la poca fuerza que tenía. Las piernas también me habían empezado a temblar. El bolso que llevaba colgado del hombro se caía, se deslizaba por el brazo y quedaba trabado ahí, no sé por qué, no sé cómo. La chica que estaba delante mio también iba a bajar. Yo respiraba profundo. Decía "no pasa nada no me siento mal no pasa nada no me siento mal". Se abrieron las puertas y descubrí que la chica era de esas que no tienen ningún apuro. La empujé, me miró mal, la miré mal, hubiera querido decirle "agradecé, pelotuda, que no te vomito encima" pero no dije nada: si abría la boca la bañaba en líquido ácido, de aspecto confuso y olor fétido.

Me desplomé. Posición de guerra. Doblada hacia adelante. Sosteniéndome el pelo con una mano, el bolso tirado medio para atrás, sobre la espalda. No pasó nada. Me senté. Se me caían las cosas. Me sentía blanca y fría, helada. Me transpiraban las manos, la panza, de repente el pantalón era un pegote. Ahí, cuando todas las sensaciones en mi cuerpo eran confusas, ahí, cuando no entendía nada de lo que veía y se me entrecerraban los ojos y me pesaba la cabeza, ahí pensé que la quedaba, en medio de Palermo. Y después de pensar que la quedaba, que me convertía en fiambre, en el peor y mas ruin de los fiambres, que me volvía una mortadela, un salchichón primavera, pensé otra cosa: "qué desperdicio, quedarla acá, en la vereda de este negocio de decoración tan pero tan feo, en esta vereda tan gris y genérica, tan rota y llena de pastitos que sobresalen, tímidos, sin saber si crecer o morir".

Se me acercó una señora extranjera. Me preguntó si estaba bien, y la miré como diciéndole "a vos qué te parece", pálida, transpirada y con náuseas. En cambio, le dije que sí, que estaba bien, que solo me había bajado la presión. ¿"Solo"? ¿Estaba sintiendo que mutaba a jamón y decía "solo"? "Cómo hago para aiudarte" dijo la extranjera. Y antes de contestarle. No sabía bien qué podía hacer para ayudarme, entró en escena un viejo con shorts de baño, soquetes y zapatillas tenis. "¡Te doy perfume!" me dijo el viejo y a mi me pareció simpático, porque no pensé que el perfume era para hacerme reaccionar, pensé que el viejo me estaba diciendo que olía mal. "Viejo, andá a olerte vos, haceme el favor, y después bañate en perfume". Le dije que no, y se acercó, "abrí las piernas" me dijo y yo abrí las piernas. "Bajá la cabeza", y yo la bajé. Y empezó a hacer presión, con mucha fuerza, con tanta, que al mismo tiempo que empezaba a sentir cómo recuperaba el color de mi cara también sentí que se me estiraban todas las vértebras y los músculos y quise gritarle "ahí, viejo oloroso, quedate ahí estirándome toda, que estoy tan cansada de todo que duermo mal y haciendo fuerza y estoy dura y por eso y por el dolor de muelas me baja la presión y tengo sueños horribles y dale, quedate ahí, estirame toda, sacame los dolores". Pero el viejo no me escuchó, porque en realidad no dije nada, solo le dije que ya me sentía mejor. Ahí llegó otra señora, una señora sin dientes (esto debe haber sido un preaviso de lo que me sucedería al día siguiente, recuérdenme que les cuente), y la señora sindientes me dijo lo mismo: "abrí las piernas, bajá la cabeza que yo presiono" y yo hice caso. Yo estaba entregada porque me sentía un poco mejor pero todavía sentía temblores, y tenía miedo porque estaba sola, y si me pasaba algo mas grave, qué vergüenza, yo andaba con una bombacha medio viejita. Y la sindientes se quedó ahí parada, yo sentía mi temperatura corporal un poco tirando a normal. La remera estaba mojada, qué asco, el hijo de la sindientes me convidó de su agua, y mientras yo tomaba le dijo a su mamá "má, a vos también te pasa eso, ¿no?". No tenía mas de siete años el hijo de la sindientes, y por suerte todavía tenía dientes. Y la sindientes me dijo que si no se me pasaba rápido llamábamos al SAME y a mi me dieron ganas de llorar: sola, en la calle, transpirada, desplomada en una vereda fea, sintiéndome como el orto, con una bombacha horrible. Lo único que me faltaba era terminar en un hospital. "No, ya me estoy sintiendo mucho mejor (señora sindietes), no se preocupe". Y se fueron: el hijo condientes y la vieja sindientes me saludaron, les agradecí mucho la ayuda, y se fueron.

Apoyé la cabeza contra la pared donde estaba sentada y respiré profundo. La gente que hacía la cola para tomarse el coloectivo me miraba de reojo. Yo sentía un viento de verano dándome en la cara, devolviéndome la salud, trayéndome de una patada al mundo de los mortales que salen de trabajar y tienen que subirse a un colectivo a las seis y cuarto de la tarde. Ya no era mas un jamón.

Una chica de jogging, desde la cola del colectivo, me gritó si quería un caramelo. Le dije que sí, no sólo porque eso iba a terminar de mejorarme, sino porque en ese tipo de gestos veo una dulzura y una necesidad de ayudar, de hacer lo que sea para ver al otro bien que imposibilita decir "no". Le dije que sí al caramelo, le diije que sí al agua del nene, le hice caso al viejo oloroso y a la vieja sindientes. Ellos querían ayudarme, yo no podía negarme a eso.

Me levanté, y sacudí el pantalón. me até el pelo y caminé, mientras masticaba el caramelo de ananá despacio. Miré para atrás, miré a esos que hacían la cola del colectivo y habían tratado de ayudarme. Ellos también me miraban.

Paré un taxi y me subí. "Vamos despacio, por favor, no me siento nada bien. Tengo un dolor de muelas que me está matando".

Ando como las viejas

Con una bolsita de supermercado en el fondo de la cartera, con cuatro o cinco tabletas de pastillas (perdí la cuenta), por si me agarra el bajón de presión, el dolor de la muela o la infección no sé dónde.

martes, 7 de septiembre de 2010

lunes, 6 de septiembre de 2010

Qué lindos, los alumnitos de Puan, desde sus cómodos pupitres en el barrio de Caballito, meta contradecir toda la teoría kantiana.
No logro comprender el revival de la moda de las medias bucaneras.

Debe ser, básicamente, porque si yo me pongo una de esas, me transformo en matambre.

Alguien tenía que decirlo

"Sos horrible"

viernes, 3 de septiembre de 2010

Mirá, Ashiku, asi nos gritamos

(¿No sabés quién es Ashiku? Fijate en los comentarios de este post)



"Y tapaste conmigo el fracaso de toda tu vida"

-Qué raros son los hermanos estos eh. Rarísimos.

-Lucia Galán es la reina del drama musical y argentino junto a Valeria Lynch cantando "Qué ganas de no verte nunca mas" o similar.

-¿Lo miraste hasta el final? Dale, miralo entero. De verdad. fijate cómo se saca ella y fijate también la cara de su hermanito ante semejante histeria femenina.

De cualquier manera, de los Pimpinela, yo siempre me quedo con "Yo, la reina de la noche".
O no. No sé. Me copan todos. Me quedo con todos.

Diferencia

Copado es tener amigas que engordan y te regalan ropa que ya no les queda.

No copado es que a vos tampoco te entre.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Estoy con muchos problemitas y ni me gasto en ir encontrando soluciones. No sé si es cansancio, vagancia o estupidez.