domingo, 30 de enero de 2011

Rituales pavos en los que estoy a punto de engancharme porque en las vacaciones todo es pavada y felicidad

El aplauso cuando el sol se esconde en el mar.

jueves, 27 de enero de 2011

Quiero que sea siempre así

"Quiero que sea siempre así" es un deseo inocente, casi ingenuo, de que las cosas sigan igual, siempre. Parece redundante, pero el igual siempre es la clave. Que no haya evolución. Que no haya retrocesos. Que sea siempre así mi peso, me pelo, mi cintura, tus besos, mi amor. Que sea siempre así de lindo, de tranquilo y de simple. Que no haya rollos, que no haya terceros, que no haya paranoia, ni culpa ni ganas de joder. Que sea siempre así, disfrutable, amoroso, estremecedor. Que sea siempre así, hasta la madrugada, riéndonos de pavadas, sin dudar, viendo una película o dos, o tres, o llorando juntos y convenciéndonos de que no, que esto no puede ser siempre así, que hay que avanzar, y cambiar, alterar o invertir.

Que los besos de ayer no pueden ser iguales que los besos de hoy. Que lo lindo puede ser bello y lo tranquilo pacífico. Que las risas pueden ser carcajadas. Que se pueden ver cuatro, o cinco películas. Que quiero que sea siempre así, siempre mejor.

martes, 25 de enero de 2011

Estoy por morir de la ansiedad

Estoy por irme de vacaciones.
Estoy por recibir la computadora nueva.
Estoy por anotarme en mas materias de la facultad.
Estoy por empezar algún deporte.
Estoy por morir de la ansiedad.

Los "estoy por" me están haciendo mierda la vida.

Hoy a la mañana me sentía tan mal y tenía tantas pero tantas ganas de vomitar que me puse un pantalón blanco y nunca (hasta recién, que fui al baño) me di cuenta que tenía puesta una bombacha negra bastante impresentable.

Y es cierto: una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero necesito justificar de alguna manera esa transparencia tan cache de bombacha negra de la abuela/ pantalón blanco porque sino me voy a angustiar.

Y hoy ya no puedo angustiarme mas: alcancé la cumbre cuando leí la sinopsis de una película y me largué a llorar.

lunes, 24 de enero de 2011

Estoy completamente aburrida

Creo que empecé a aburrirme hace aproximadamente tres horas. Y en estas tres horas probé de todo: hice zapping por toda la programación y solamente me engancharon cinco minutos de Anabela Ascar que esta vez entrevistaba a un fenómeno de lo mas extraño: la hija de Velazco Ferrero, que ahora no recuerdo cómo se llama pero seguramente cuando termine de escribir este post se me va a venir a la cabeza y voy a pensar "claro, cómo pude olvidarme de ese nombre". La chica es poco interesante, pero estuve cinco minutos mirándola y escuchándola, porque se reía como una ratita todo el tiempo y yo quería entender si estaba drogada, borracha o solamente un poco pavota. Nunca entendí.

También probé escuchar música y toda la música me aburrió. Y probé leer y se me cerraron los ojos: el calor me da sueño. Y fui a gastar plata y compré cremas completamente innecesarias. Y no sólo innecesarias sino además fuera de mi presupuesto. Y también compré comida rica y grasienta para la mujer moderna, como chizitos y jamón cocido para un sandwich.

Y lo mas emocionante que me pasó en estas tres horas fue que se me volcó un vaso lleno de cerveza y se me mojaron papeles que yo quería mucho y guardaba hace tiempo. ¿Todas las personas tenemos una compulsión por guardar y guardar y guardar?

Hablé con mamá y le dije "ninguna novedad" y ella me dijo "por acá tampoco". Probé empezar con un cuento que tengo en la cabeza hace muchísimo tiempo, escribí dos párrafos y me parecieron tan porquería y tan boludos que ni siquiera guardé el .doc.

Navegué por internet pero internet se me agota: no porque falten cosas buenas sino porque ni siquiera tengo el bichito ese de la curiosidad. No tengo nada.

Son las diez y cuarto y estoy pensando en irme a dormir. Al menos tengo aire acondicionado.
Fuerte es enterarte que dos semanas después de separarse de vos, tu ex andaba por la vida presentado a su nueva novia.

O no.

Fuerte es saber que dos semanas después de separarse de vos, tu ex te llamaba y te mandaba mails porque te extrañaba y quería verte.

viernes, 21 de enero de 2011

Descarada

Me autoproclamo "ciclista" porque hoy vine a trabajar en bicicleta. Hoy.
Es como cuando empiezo el gimnasio y después de dos clases ya siento que tengo la cola dura y parada a la altura de la nuca.

Estimado automovilista

A los ciclistas nos es de muchísima utilidad que utilice las luces de giro. Cópese porque la próxima lo persigo y le pateo el auto.

miércoles, 19 de enero de 2011

Cosas que vi hoy

-Un señor de cuarenta mirando el recorrido de una nena de diez que cruzaba la calle. De las piernas a la cara, de la cara a las piernas, una y otra vez.

-Una señora corpiño blanco musculosa negra. ¿Vanguardia o mal gusto?

-Un señor medianamente ebrio que hablaba con otro (este que es el "otro" tenía en la oreja esos mini parchecitos que utilizan en un tratamiento para adelgazar) mientras avanzaba sobre Avenida Corrientes con los autos pasándole a quince o veinte centímetros y que decía: "Si yo veo la mina la pago, papá. Si no la veo, no pago un carajo". Acompañaba la oración con un universal gestito que se hace con las manos y significa "la teca", "taca taca" o "efeté" (no sé explicarlo, pero confío en ustedes).

martes, 18 de enero de 2011

Y hablando de piloto

Hoy tengo un pilotín fucsia que no sé si me hace parecer canchera, extemporánea (podría ser década del 90 a full), o un poquito pelotuda.

Como el tapadito que me compré el otro día, que colgado en la percha da divino y después me lo pongo y (cito textual palabras ajenas) parecés una maestra.

¿Una maestra?

Piloto automático

Y podría hablar todo el día de la muerte. Tranquila y con mucha paz. Quién se murió, cómo, dónde, cuándo. Contárselo a los demás, no con detalles morbosos, una oración, dos a lo sumo. "Se murió (insertar nombre), parece que (insertar motivo de la muerte), tenía (insertar edad), qué bajón".

Ese piloto automático cuando hablo de la muerte esconde muchas otras cosas: miedo, odio, enojo, impotencia, dolor, incomprensión.

Que nos deje en paz, la muy hija de puta

Yo tengo una relación demasiado cercana con la muerte: a veces siento que estoy obsesionada. Si muere alguien de mi edad me agarra una angustia difícil de traducir en palabras. No importa si conocía o no conocía a la persona, no puedo dejar de imaginarme lo que significa no tener mas vida. Quiero decir: no entiendo, ni puedo pensar ni imaginar que hoy, en un rato, todo se termine para mi. En cambio, sí sé lo que pasa del otro lado, con los que quedan acá. Y es terrible. Es inexplicable. Lo mas triste que puede pasar en la vida es que se muera alguien que querés. El saber que no vas a ver mas a ese alguien, el temor de olvidarte de su voz: ese fue mi mayor miedo cuando se murió mi hermana: olvidarme de su voz. Algunos días hago fuerza y la escucho, a lo lejos. Algunos días hago fuerza y no, ya no la escucho. Memorizar una voz y eternizarla se ha vuelto mi tarea máxima cada vez que conozco a alguien.

A veces la sueño. Me habla. La escucho. Y me despierto tranquila.

Pienso mucho qué pasaría si me muero. Qué pasaría conmigo y qué pasaría con los demás. Y el pensar eso mas de cinco segundos me deja de cama por el resto de la semana: es horrible pensarse muerto, es horrible pensar en las cosas que quedarían por la mitad y en las cosas que desaparecerían por completo. Odio pensar esas cosas, pero no puedo evitarlo. No puedo evitar querer entender la muerte, querer hacerme su amiga para luego convertirme en su peor enemiga, engañarla, burlarla, que no se salga mas con la suya, que no se lleve la gente que queremos, las voces que podemos olvidar.

Que nos deje en paz, la muy hija de puta.

lunes, 17 de enero de 2011

Lo que se pierde cuando se rompe una computadora

Pareciera que eso del año nuevo vida nueva está funcionando por segundo año consecutivo en mi año nuevo vida nueva. El año pasado me encontró mudándome los primeros días de enero, dejando esa casa con ese patio que tanto extraño, con esas cucarachas y esa rata que no, por supuesto que a ellas no, no las extraño nada.

Se me rompió la computadora. Ustedes sufrieron un mini post lacrimógeno y desesperado porque había perdido los resúmenes de mi final, final en el que terminé sacándome nueve y por el que recibí un ramo de flores chiquitas violetas y blancas.

Mi computadora no tiene arreglo. No se puede recuperar nada del disco, y si se pudiera me costaría demasiado dinero que prefiero invertir en otra cosa: no tengo nada importante en ese disco rígido.

No tengo nada importante en ese disco rígido.

Nada importante.

Nada.

Lo dije varias veces, convencida. Nada importante. Y lo repetí pensando que era cierto. Que en ese disco no tenía nada importante. Y después lo pensé mejor. Y me di cuenta la cantidad de cosas, importantes y no tanto, que tenía en ese disco rígido: fotos. Cientos de fotos. Fotos mias, con el pelo corto, con el pelo largo, con un pulover que perdí en algún lugar. Algún viaje. Sola. Acompañada. Mi ex concubino. Mis ex compañeros de trabajo. Mis amigas. Mi gente. Mi casa, mi antigua casa, el proceso de mudanza. Fotos. Cuánto se pierde cuando se pierde una foto. ¿Qué es una foto? Sí, el momento está en la cabeza, el recuerdo, la imagen mental puede ser mucho mas poderosa que una foto fuera de foco. Pero la foto. Los colores. El olor que se desprende de una foto. Las palabras que flotan en el aire, caprichosas y editadas. Las caras jóvenes, la ropa pasada de moda. Los amores que se murieron, los que nunca fueron, los que estaban naciendo. Todo lo que hay detrás de una falsa sonrisa de foto. O detrás de una mirada. Una mirada en una foto, dice tantísimo mas que cualquier otra mirada. Y yo me quedé sin miradas fotografiadas.

Igual: ojo: no es algo que me ponga triste.

domingo, 16 de enero de 2011

Existe un tipo particular de hombre cincuentón chomba piqué que en lugar de saludarte como alguien normal si te encuentra casualmente en la calle, te asusta. Viene de atrás y se te acerca diciendo "¡Guarda con eso!", o "Pero qué chica mas linda", o "Sumbutrule".

Es uno de los tipos de hombre mas odiosos del universo.

viernes, 14 de enero de 2011

Cada vez que le digo "lindo" a algún muchacho ("gracias, lindo", "por favor, lindo") siento que a mis veintisiete añitos estoy completamente convertida en una vieja verde y me quiero morir.

miércoles, 12 de enero de 2011

El mundo se divide entre los que dicen Once y los que dicen El Once

Hay algo de Once que me atrapa: su exceso. Sobreabundancia. Opulencia. Los nombres Al lado del emporio está el reino, al lado del reino la meca, al lado de la meca el rey, la reina, el palacio. Medias, bombachas, bijou, cotillón para las fiestas de quince, los casamientos. Souvenirs. Telas. Kilos y kilos de tela colgando. El sol reflejándose en las lentejuelas de esas telas colgando. Los colores y los olores de Once. Todo, siempre, mucho.

En Once me pierdo. Literalmente: me pierdo. Metafóricamente: también. Once se me presenta como un laberinto y camino en dirección a Pueyrredon pero aparezco en Corrientes y camino por Corrientes, doblo en una y estoy en Lavalle. Es imposible: Lavalle y Corrientes son paralelas. Me pierdo en los miles de rollos de tela, de seda fría, de modal, de raso. En Once hay mucho raso, mucha seda, mucho modal, mucha tafeta, mucho tul, mucha lentejuela. En Once hay mucho. Punto. Mucho. El festival de colores en Once se extiende desde el local mas pequeño hasta el mas inmenso. Canutillos, collares flúor, flores para la cabeza, cinturones de colores estridentes. Jugueterías. Locales de "cosas". Los locales de cosas son mis preferidos. Ahí es donde mas me pierdo. Las cosas son guirnaldas, son antifaces, son plumas y son telas. Mochilas. Gorros. Once es, verdaderamente, el reino del consumo.

Camino por Once y todo me asombra. Los sonidos de Once. Sus olores. Un señor en una esquina grita "Booooooooooo" . Nada más. Lo grita tan fuerte que se escucha desde mitad de cuadra y ese grito tan bestial, tan animal, es enigmático, atrae por su aparente falta de significado. Vende garrapiñadas.

En otras esquinas, o en otras mitades de cuadra, están ellos, los que no tienen para el local, los que ponen su mesita y su maravilla de turno. Casi como si fuera un espectáculo de feria, un señor demuestra las bondades de un mandolín con múltiples accesorios para cortar la papa finita, rallar la zanahoria, cortar bastoncitos ondulados (el señor tiene asándose al sol natural varias papas, alagunas zanahorias, un repollo). "Para el nene, para que el nene coma la papa" dice, y lo repite una dos o tres veces hasta que capta la atención de una señora con tres bolsas gigantes llenas de "cosas". La señora es una señora de las miles que andan por Once con bolsones pesados, con carritos, con unas billeteras minúsuculas en las manos y varios billetes metidos entre las tetas. En Once mandan las señoras. Los señores son vendedores, los señores son promotores de feria que venden un mandolín, un aparato para cortar vidrios o unos moldes para hacer flores de plástico. Las señoras son las reinas del reino del consumo.

Las flores de plástico son un must en Once. En todos los locales hay algún florero gigante con flores de plástico. Decoran o se venden. O decoran y se venden. Las flores de plástico son el emblema de Once, no por su utilidad ni tampoco por su dudosa belleza. Lo son por su permanencia. Porque las flores de plástico siempre van a ser flores de plástico. Porque lo berreta de las flores de plástico contrasta con su existencia infinita. Porque no se marchita, no cambia, no deja de tener olor. Mejor dicho, no deja de tener lo que nunca tuvo. En Once cambian las cosas: las señoras de los bolsones de hoy son otras, diferentes, a las de ayer y son otras, diferentes, a las de mañana. Los vendedores de las esquinas ahora ofrecen moldes para flores de plástico pero mañana ofrecerán bombachas, y pasado volverán al mandolín. Pero Once no. Once siempre va a estar ahí, con sus sonidos, su gente, sus colores y sus negocios. Como una flor de plástico. Inmutable. Permanente. Universal. Ofreciendo el exceso. El reino del consumo. Todo. Mucho.

(En Corrientes, llegando a Pasteur, una galería cuya planta baja está semi abandonada y su primer piso consiste en un restorán peruano con sillas de caño y manteles de hule. En esa galería está acumulado todo el silencio que falta en Once. Locales destruidos, abandonados, caídos, oscuros. Polvorientos. En esta galería todo es polvo y ausencia. Hay gris, hay negro).

jueves, 6 de enero de 2011

Y sin embargo

Te diría que fueras vos mismo hasta la computadora, abrieras la RAE y buscaras: tentempié. Pero voy a ahorrarte el tiempo, ya bastante tenés con mi ataque de inseguridad. Si buscás tentempié, una de las acepciones es refrigerio, y si buscás refrigerio, encontrás:

(Del lat. refrigerĭum).
1. m. Beneficio o alivio que se siente con lo fresco.
2. m. Alivio o consuelo en cualquier apuro, incomodidad o pena.
3. m. Corto alimento que se toma para reparar las fuerzas.

Entonces, cuando yo te dije "me siento un tentempié" y después me corregí: "no, no me siento un tentempié, soy un tentempié", lo que estaba diciendo era eso que dice en la segunda y tercera acepción: soy un alivio, un consuelo, un corto alimento. Soy algo chiquito. Descartable.

Las inseguras sentimos eso. Nos sentimos un tentempié, un refrigerio, el placebo que tranquiliza hasta la hora del almuerzo o la cena. Somos el acompañamiento, la ensalada en un asado, nunca el plato principal. Somos un accesorio para nada indispensable. Nos sentimos la escala, obligada y aburrida, en un aeropuerto, en la mitad de un viaje a Paris. No somos Paris, nunca lo fuimos y nunca lo vamos a ser: somos el aeropuerto. Como mucho, somos el free shop, que engaña con sus colores y sus mezclas de sabores y olores pero que es pura ficción. Que desaparece ni bien pisamos el afuera. Somos el parque de diversiones de una vida ordinaria: el lugar de la fantasía de los grandecitos consumidores que se agota en un abrir y cerrar de ojos.

O la introducción, la antesala, la cola para entrar a la fiesta, lo mejor está por venir. Las inseguras nunca, jamás, en toda la puta vida, sentimos que somos lo mejor: que lo mejor está acá, soy yo, es ésto. Nun-ca. Las inseguras somos lo cotidiano, lo cómodo, lo tranquilo, paciente y tolerante. No somos la ilusión de un truco de magia: somos el truco revelado. Nunca el lujo, somos lo que pueden tener todos. Nos tienen porque está bueno tenernos, pero siempre hay algo mejor: eso es el lujo, eso es la pasión, eso es el amor. Nunca somos tan amor como lo que pasó con otra, ayer; o lo que va a pasar con otra, mañana. Somos el medio. El promedio. Ni muy muy ni tan tan.

O la vuelta cansada y deprimente de un viaje maravilloso. Somos el micro oloriento, el café aguado, el jugo químico con mas sabor a lata que a naranja. La tristeza de la vuelta, la melancolía post viaje. Un viaje maravilloso al que no fuimos invitadas, en el que no somos suficientes (ni lo suficientemente lindas, inteligentes, divertidas), un viaje maravilloso que se piensa repetir: es necesario juntar de nuevo la plata, renovar el pasaporte, que confirmen el pasaje, encontrar algo de energía, de fuerza. Y después volver. Dejar lo insuficiente acá, por insuficiente.

Las inseguras tenemos una sola seguridad: él estuvo en un lugar feliz o está yendo hacia ese lugar. Si ya fue quiere volver, quiere volver al te amo, al amor: nosotras somos un te quiero. No somos tan perfectas como lo anterior, ni tan perfectas como lo que se busca. Su ex se transforma en nuestra peor pesadilla, no decimos su nombre en voz alta porque sabemos (estamos convencidas) que decirlo en voz alta es traer acá toda la fantasía el amor que se vivió y ya no se puede volver a vivir. Llegamos tarde. O demasiado temprano.

Estamos siempre a punto de ser abandonadas, siempre sufriendo por adelantado, sintiendo los te quiero en diferido, pensando que las interferencias son cada vez mayores, y me parece que ésto se está escuchando cada vez peor. Las inseguras vivimos a destiempo, pensando que mañana nos dejan, que mañana vuelve con la ex, que está por darse cuenta que no somos suficiente, que no llenamos, que somos el aeropuerto, el tentempié, la sala de espera. Queremos evitarlo, queremos decir basta, queremos sentirnos bien, sabemos que estamos mal. Pero no podemos evitarlo. Estamos siempre esperando la mentira, la traición, esperando con los pañuelos en el bolsillo, por las dudas, porque estoy segura, si no es hoy es mañana y si no es mañana es pasado pero yo lo siento, se va a dar cuenta, me va a dejar.

Y sin embargo, nos hacen sentir seguras. Nos quieren. Nos demuestran amor. Nos tratan bien. Nunca nos mienten. Nos prestan atención, escuchan, entienden, están ahí. Nos dicen sos la más linda. No traicionan. Para ellos somos París, el plato principal, lo mejor está acá. Y sin embargo: sin embargo las inseguras.

(esto es de verdad: yo fui una insegura, fui insoportablemente insegura. Estoy en rehabilitación. Tengo recaídas. Hoy estamos en una recaída y no sabemos dónde arañar para levantarnos, para dejar de caer. Estamos intentándolo. Mañana vemos. Vemos).

martes, 4 de enero de 2011

Es así

Es así: pensás que lo superaste. Te convencés de eso. Te lo repetís. Hasta el hartazgo te lo repetís. Hasta que las palabras pierden sentido y no son mas que un grupo amorfo de letras una al lado de la otra. Pero te voy a contar un secreto: si te lo repetís tanto, no superaste una mierda. Si todos los días visitás su perfil de facebook y te paseás por todas sus fotos, no lo superaste. Si todavía leés sus mails, si tenés algunos mensajes de texto guardados, si en la agenda tenés su foto, no lo superaste una mierda. Si odiás a su nueva novia y le buscás defectos y, peor, hablás de ella en todos lados, no lo superaste. Y es así: la grasa, la poca vida, la ordinaria, la que tiene tiempo al pedo, la que gasta energías en criticarla, la que espera, atenta, como un animal a punto de atacar, que la otra diga algo para atacar diciendo lo contrario, sos vos. La que está pendiente, la que espía, la que va sin ser invitada, la que está de más, sos vos. La que escucha palabras sueltas, la que mira de reojo, la que está metida debajo de la cama mientras los de arriba la pasan bomba, sos vos. Boluda.

En un momento de la vida se me dio por el turquesa: ojotas turquesas, musculosas turquesas, colitas de pelo turquesas, collares turquesas, todo turquesa. No recuerdo bien si fue hace cinco años o diez, lo que sí sé es que la resaca de esa turquemanía tiene forma de dos pares de ojotas i-gua-les y varias colitas de pelo, adivinaste, turquesas. No combino a propósito ojotas y colita de pelo, como pregunta alguien en el post tan deportivo que tiré ayer: simplemente es el resto de mi manía por el turquesa. Manía que sé aberrante y bastante demodé pero que me hace recordar a una época que era la mar de la felicidad. Casi como ahora.

Objetos que me dan mucha impresión y un poco de miedo

Los corpiños con breteles de SILICONA.

domingo, 2 de enero de 2011

Qué descarada querida, levantate y hacelo vos

Mi partenaire de estas mini vacaciones en el paraíso está en este momento con una bordeadora al hombro mientras yo le indico desde la mesa del patio hacele un nudito, fijate que ahí quedó un poquito.