jueves, 31 de marzo de 2011

El chico de remera amarilla que viajaba conmigo en el 124, tenía una iguana tatuada encima de una herida.

Momentos lindos (I)

-Caminar bajo el sol de otoño de las nueve y media de la mañana.
-El último momento de cada noche, ese en el que sabés que lo que queda es dormir.
-Sentarse en la mesada de la cocina y tomar mate.
-Caminar por el departamento hacia la cocina con una colchita sobre los hombros.
-Mirar la calle desde una ventana.
-Apagar las luces y darle play a la película.
-Ponerle el candado a la bici un sábado a las cuatro de la tarde en la puerta de un bar.
-Cuando está listo el asado y hay que sentarse a comer.
-Encontrar rápido el acolchado cuando es de madrugada y nos agarró mucho frío.
-Abrir las ventanas y que entre la luz y volver a meterse en la cama.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Cuando me quedo piyameando en casa un día de semana siempre me pasa lo mismo: me despierto y hago una lista mental de todo lo que podría hacer y después son las cuatro de la tarde y no hice nada y tengo que salir a la facultad.

martes, 29 de marzo de 2011

Esas fiestas que angustian

También están esas fiestas tristes y aburridísimas. Al día siguiente de esas no hay confusión ni nada similar, hay solamente imágenes de gente apagada que baila como babosa y sonrisas estásticas, sin sentimiento ni corazón. Después de esas -tuve una hace muy poco asi que tengo la sensación muy viva, lo pienso y me estremezco- lo único que quiero es encerrarme en mi casa y no salir nunca nunca mas para no contagiarme de esa angustia.

No estoy para esos trotes

No sé si se han dado cuenta, pero casi todos los proyectos que tengo (cocinar, tejer, coser) son de persona mayor. Creo que de un tiempo a esta parte crecí. No maduré, eso es difícil. Pero de repente tengo inquietudes de señora y ya no de señorita. A veces me sale un adolescente por las orejas y me mando a una fiesta y bailo hasta las siete de la mañana cualquier tema cualquier ritmo siempre mal. Porque yo bailo horrible. Bailo, salto, canto, arengo, estimulo a los demás. Me vuelco un poco de cerveza encima y me roza gente transpirada pero no importa demasiado: estoy contenta de verdad. El día después de una fiesta de ese estilo es un desierto. No puedo pensar, me duele el cuerpo, tengo hambre y mal humor. Siempre me agarran dolores de cabeza descomunales y pienso ya no estoy para estos trotes. Repito mentalmente trotes y me da gracia. Me doy gracia. Soy vieja, voy a una fiesta cada dos o tres meses, el domingo me arrepiento de haber ido aunque la haya pasado brootal. Piyameo desde que me levanto, y en general no hablo demasiado porque todo me retumba y lo único que quiero es hacer origamis y coser polleritas hasta el día de mi muerte. Y después quiero mas fiestas como la del día anterior. Y después quiero tener una casa con un perro y un jardín en el medio del campo. Y después bailar cuartetos hasta cualquier hora. Y después tejer mañanitas tirada en el paso una mañana de otoño con mucho sol.

Los domingos después de una fiesta donde la pasé bien es todo confusión. Confusión y dolores de cabeza y de pies. Y algunos restos de diversión y risas que quedaron colgados de la noche anterior. Un quilombo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Un cuento de hace mucho

Mirá pibe, yo te voy a cantar la justa. En las filmaciones hay tres grupos de tipos: los giles que levantan minas, los putos y nosotros. Si vos mirás desde acá te das cuenta al toque. Esos que corren y gritan por cualquier cosa, esos son los que levantan minas. Los de allá, que peinan a la actrices y arreglan floreritos, son los maricones. Y acá, nosotros, los fleteros y eléctricos, miramos todo de lejos. Y nada mas. No nos mezclamos con el resto. Cada uno hace la suya, y listo.

Yo no te lo digo porque te quiero cagar la mina, yo tengo códigos. Te lo digo porque ya la viví. Porque aprendí que acá no hay que zarparse. Y lo aprendí a los sopapos viejo, como se aprenden estas cosas.

Hace algunos años yo era un pibe asi como vos ahora, medio soñador. Pensaba que con la facha podía ganar lo que quisiera. Y ojo que mal no me iba, era un ganador. Había entrado a trabajar como fletero en las filmaciones, y el primer día que arranqué, ahí nomás la conocí.

Nunca en mi vida había visto una mina así. Era rubia, alta, flaca. Tenía unos faroles celestes que partían la tierra. No sabés lo que era. Y mirá que yo había estado con unas yeguas bárbaras. Pero no se comparaban con esta. Carolina se llamaba. ¿Viste el tema “Estar con un angel”? No pongas esa cara, gil. ¡El León Santafesino! ¿No lo conocés? Leo Mattioli, papá. El Sandro de la cumbia. Si habré ganado minas en sus recitales… El tema dice: “Amarte así fue lo mejor que me pasó, pude sentir, que mi vida empezó de nuevo cuando te conocí”. Y fue eso, loco. Yo la vi y sentí que mi vida cambiaba.

Carlina trabajaba con los de la cámara, asi que se la pasaba meta ir y venir al camión, y cada vez que pasaba a mi me agarraban escalofríos. Pero yo no soy ningún paspado, y en esos tiempos menos, asi que empecé a charlarle. Empecé a chamuyarla con boludeces, cada vez que pasaba yo la saludaba, le decía un piropo, o un chiste, o le preguntaba si sabía a qué hora parábamos a comer. Cualquier cosa le decía, con tal de que me mirara con esos faroles. Y la mina respondía. Se quedaba charlando conmigo, se reía de la boludeces que yo largaba, algunas veces habían tenido que venirla a buscar, porque se colgaba ahí conmigo.

Asi todos los días. Yo me quedaba cerca del camión a esperarla. Todo el día como un boludo, sentado en la reposera, viéndola ir y venir. Cada día que empezábamos yo prometía que ese día la invitaba a tomar algo, pero no me animaba. ¿Podés creer, con lo gato que soy yo que no me le anime a una mina?

Hasta que un día se me dio. Uno de los de producción nos avisó que a partir del día siguiente las filmaciones serían en Ezeiza, y no había presupuesto para traslados, teníamos que ver cómo nos arreglábamos. Unos hijos de puta, siempre hacen esas cosas. Si la hubieras visto, a la rubiecita se le vino el alma al suelo, porque casi no tenía amigos, era nueva en el ambiente. Entonces me acerqué y le pregunté dónde vivía. En Ramos boludo, podés creerla. Yo en Morón y ella en Ramos. Ahí nomás le dije que no se preocupara, yo la podía pasar a buscar por la estación todos los días. Y asi fue. Todos los días, a las ocho de la mañana, yo tocaba bocina y ella venía corriendo a la camioneta, dando como saltitos, sonriendo, y charlaba todo el camino. No tengo idea qué me decía, porque yo chivaba como un hijo de puta y no quería que se me notara. Era lo único que pensaba. En eso, y en ella. La miraba hablar y se paraba el mundo hermano, nunca me había pasado eso, tenía que contenerme para no tirame encima de ella, porque no daba, no era de esas minas.

Un martes a la mañana, mientras la vieja me cebaba unos mates, le conté. Ella me dijo: “Nunca le hagas a una mujer algo que no te gustaría que le hicieran a tu mamá o a tu hermana”. La miré y me cagué de la risa. Era el mismo verso que me había dicho desde los doce. Yo nunca le hice caso, sino no la hubiera puesto en la puta vida. “A las mujeres nos gusta el romanticismo, que nos dediquen canciones, o que nos regales flores. Eso tenés que hacer: regalale una rosa roja”. Y me volví a cagar de la risa, mirá si yo me le iba a aparecer a la rubia con una flor en la mano, como un flor de pelotudo iba a quedar.

Ese día pensé cómo declararme, pero tenía un cagazo de la conferencia. Tipo siete de la tarde cerramos todo y la rubia se subió a la camioneta. Cuando estábamos por Liniers, pensé “Es ahora o nunca”, asi que metí el cd del León y puse ese tema que te dije antes, después te lo voy a pasar. ¿Y sabés lo que pasó? La rubia se puso a cantar. Casi me muero. Frenamos en un semáforo, el tema ya había terminado, la miré, y se lo dije: “Cada vez que escucho ese tema me acuerdo de vos”. Ella sonrió, y el puto semáforo cambió a verde. Llegamos a la estación de Ramos, y cuando se acercó para darme un beso, ahí nomás la agarré de la nuca y me la trancé.

Apenas llegué a lo de la vieja le conté. Estaba feliz papá, nunca en la vida me había sentido así. Era un winner. Mientras le contaba me suena el celular. Mensaje de la rubia: “Mañana voy por mi cuenta. Saludos”. “¿”Saludos”? Mandala a la mierda”.

Al otro día llegué temprano a la filmación, y Carolina todavía no estaba. Al rato la veo aparecer, se había venido en un remís. Me hice el boludo, porque tampoco quería quedar como un pollerudo, pero apenas entró al camión me metí con ella y la agarré de atrás. “Qué hacés tarado, me asustaste”, yo me reí y me acerqué para darle un beso, pero la mina corrió la carita, y se fue a la mierda. Cuando llegó la hora de irnos, fui donde estaba ella y le ofrecí llevarla, “Sin compromiso” le dije, mirá qué chamuyero, y ella agarró viaje. En el camino no dijo nada, y yo tampoco. No sabía bien qué onda, y no quería cagarla. Llegamos a la estación, y de nuevo, cuando viene a darme un beso, la agarro de la nuca, y cuando la tengo a un centímetro, me dice, la yegua: “Vos sabés que yo tengo novio, ¿no?”. Yo me quería pegar un tiro en las bolas, pero me hice el otro, escuchá lo que le dije: “No te preocupes mami, no soy celoso”. Y con eso la maté. La piba se me enroscó, me empezó a manosear el paquete, y yo las tetas, la empecé a empujar para atrás, ahí donde está el catre, y me frenó. Dijo “me tengo que ir, mañana a las ocho acá”, se bajó, y desapareció. Ni tiempo para decirle “chau” me dio.

Y así seguimos. A las ocho la pasaba a buscar, nos toquetéabamos un rato, trabajábamos, volvíamos en la camioneta, nos volvíamos a toquetear, ella decía que se tenía que ir y listo. Dos semanas me tuvo asi, imaginate cómo estaba yo, no aguantaba mas. “Tengo miedo”, me dijo un par de veces. Yo quería respetarla, qué se yo, supuse que tendría cagazo de enamorarse, y no la culpo. Además estaba el novio, ella decía que estaban mal, y yo la convencía de que lo dejara, pero nada. Durante la filmación ni de reojo me miraba, pasaba por al lado mio y no me contestaba, ni se reía de mis chistes, nada de nada. Pero en la camioneta… en la camioneta se prendía fuego.

El último día de filmación, cuando volvíamos de Ezeiza, aflojó un poco. “Mañana, después de la fiesta, si querés podemos irnos juntos”.

Imaginate cómo quedé. El viernes estaba feliz, por fin me la iba a garchar y ella finalmente se iba a convencer de que lo mio era en serio. Estuve como un boludo todo el día, pensando giladas de mina, qué ponerme, a qué hora caer, qué decirle, esas pelotudeces. Los pibes vinieron a casa a la tarde y me tocaban el culo porque decían que me había vuelto maricón. Lo que pasa es que no entendían, ellos nunca se habían enamorado. Elegí la mejor pilcha, la vieja me ayudó, me puse perfume loco, yo en mi vida me había puesto perfume. Tipo once de la noche, salí para la fiesta.

Apenas llegué, la busqué por todos lados. Fui pasando de una pista a la otra, el lugar se zarpaba de grande, hasta que la vi. En medio de la pista, la rubia meneaba las caderas que daba calambre. No me acuerdo, pero creo que bailaba uno de Gilda. Pensé que si se movía asi en las pistas en la cama sería una guerrera. Me acerqué a ella, de a poco, poniendo cara de gato, mirándola fijo, con seguridad, como diciéndole “No sabés la que te espera”. Y cuando estaba a dos metros, porque te juro que no eran más de dos metros, se acerca uno de los giles y la agarra de la cintura. Y la muy yegua, en vez de correrlo, se le prende como una garrapata. Empezaron a bailar ahí, delante de todos, medio a manosearse, como un baile medio sensual. Me quedé ahí, parado como los boludos que esperan el semáforo para cruzar. Y la miré un rato, pero ella estaba tan prendida al mono ese que ni siquiera se dio cuenta. Después desaparecieron. Agarraditos de la mano desaparecieron.

Yo me fui al parque a fumar. Me quedé ahí sentado, pensando en la muy hija de puta de Carolina, y no sé cuánto tiempo habrá pasado, que la veo atrás de un árbol, haciéndome señas. La mina dele que dele revolear los brazos y señalar cosas que yo no veía. Al principio no le di ni la hora, pero en el fondo soy un caballero, asi que terminé por acercarme y preguntarle qué le pasaba. “Qué te pasa boluda, que andás haciendo señas como si fueras sordomuda”, eso le dije, pero cariñosamente. La mina desembuchó. Yo no entendía bien, porque estaba medio en pedo y encima la rubia hablaba bajito, pero parecía que el gil que se había tranzado era el novio de una de producción, o de dirección, eso no lo entendí. Y que ahora la mina estaba recaliente. No la quería cagar a trompadas, porque ellas no son de hacer esas cosas. Pero capaz le quería arrancar un par de mechas, no sé. La cosa es que yo la camuflé un poco a la rubia, le di mi campera, ella se hizo un rodete, y pasamos de largo sin saludar a nadie, hasta la salida del boliche.

Cuando se subió a la camioneta no dijo nada. Y después tampoco. Ni nos mirábamos. Ella sabía que se había mandado dos cagadas en una noche, o tres si contás que lo estaba gorreando al novio. Y yo… la verdad que yo tenía ganas de llorar. Pero ni en pedo delante de ella.

Puse el cd del León, y volví a poner el mismo tema una y otra vez, hasta que la dejé en la estación. El tema decía: “Tramposa, algo altanera y mentirosa. En el amor, la más tramposa. Y yo vivo loco por tus besos, en tu boca sigo preso, condenado a la locura y he de morir por tu hermosura.”

Me vino

No estoy embarazada. Al final me vino. El atraso duró poco mas de veinticuatro horas y para una ansiosa regular, veinticuatro horas de espera y dudas son de lo peorcito. Anoche, entre una resaca un poco violenta y el temita de las veinticuatro horas de atraso, terminé llorando tirada en un sillón.

A ver, quiero que quede claro. No importa si hayas cogido o no: un día de atraso en una mujer ansiosa es un embarazo asegurado. Me pasó varias veces, a quién no le pasó que se le adelantara o atrasara un par de días, y aun sabiendo y teniendo la completa seguridad de que no puede haber pasado nada (cuidados, abstinencia), se sufre como la concha de la lora.

Por un lado, por ciertas declaraciones del tipo: no sé si quiero ser madre. Declaraciones que se van encaminando mas para el lado de no quiero ser madre, no hoy, pero tampoco mañana. Por otro lado el susto y las mil preguntas: ¿y si estoy embarazada? No importa que sea imposible, yo me planteo todos los problemas juntos y trato de darles solución porque esto de traer un niño al mundo no debe ser nada fácil. Ya debería ir investigando sobre educación, colegios, lugares donde vivir. Qué cosas se necesitan. Dónde puedo conseguir todo lo que no voy a poder comprar. Y después: no quiero ser mamá, no hoy, pero tampoco mañana.

Cuando tenía dieciocho tuve mi primera vez con mi primer novio a quien amaba y quien me amaba como un hijo a su madre. No, de verdad, podría haber sido un comentario adrede por la temática del post pero la verdad es que mi primer novio me quería como si yo fuera su madre y pretendía que le hiciera la cama y le guardara los calzones. Fuerte. Dieciocho años y un novio que me amaba y pensé que era el momento, que era la persona especial que podía inaugurar mi ... (pensé palabras elegantes pero en mi cabeza solo retumba un dolor de ovarios que proyecta gritos cerebrales que dicen cajeta, argolla, concha, todas con un tinte un poco, digamos, violento).

La primera vez, como todas las primeras veces, fue un poco incómoda y, la verdad, muy poco placentera. Nos cuidamos, porque lo único que me faltaba para cagarle la vida a mi madre era caerle con un embarazo a los dieciocho. Después de la primera vez tenía que venirme y no me vino. Y el día que no me vino yo sentí pataditas en el estómago y tuve antojo de hamburguesas. Me puse tan nerviosa, que al segundo día de atraso me agarraron vómitos. El día que tuve vómitos mamá me preguntó directamente si no estaría embarazada. Y yo, que nerviosa soy mas bruta que un arado, le dije "no sé". NO-SÉ, le dije a mi madre ultracatólica y empalagosamente conservadora. Y después agregué "no creo". NO-CRE-O, como si eso fuera a salvarme de la cachetada que vino después.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Puedo tolerar distinta clase de piropos. Algunos me generan risa y otros muchísimo asco. Algunos me enojan y otros pasan desapercibidos. Algunos me resultan intolerantes. Puedo soportar escuchar tetas, pechos, lolas, melones o similar. Pero bajo ningún aspecto "pechocha". "Pechocha" es el infierno de los piropos. Es una de las palabras mas horribles del universo entero. Es fea. Suena triste. Me seca el alma. Me arruina el día.

martes, 22 de marzo de 2011

Estoy así

No sé si primero viene el mal humor que hace que las cosas salgan mal o si las cosas salen mal porque uno está de mal humor. Me levanté cruzada, y cruzada es la palabra, el estado de crispación. Caminé, tarde, a la parada del colectivo y media cuadra antes vi que había una cola de veinte personas, muchas, demasiadas y nerviosas porque nadie quiere llegar tarde. Me paré y esperé veinte minutos el colectivo. Veinte. Una eternidad, demasiado tiempo, yo no puedo "esperar el colectivo", me parece una pérdida absoluta de tiempo. Además hay humedad: eran las nueve cuarenta y cinco y la gente ya apestaba y estaba pegoteada. Me entristece muchísimo la gente pegoteada.

En el colectivo hice la clásica "quién la da el asiento a la señora" y ante el silencio y la quietud agregué: "¿nadie?". Se levantó una semivieja que estaba por bajarse. Esto digamos que me arruinó por completo y cuento por qué. Cuando recurro al "quién le da el asiento" estoy obsesionada con que una persona se levante. O sea: yo tengo marcada a la persona que cuando yo diga eso debería levantarse porque no es vieja, ni embarazada ni discapacitada. Sí. Siempre son mujeres. Porque los hombres se hacen los boludos, eso es cierto, pero apenas una empieza con el "quién" enseguida se levantan porque piensan que si una es capaz de decir eso en público, es también capaz de levantarlo de las orejas sin ninguna vergüenza. Pero las mujeres son unas desubicadas. Se quedan ahí y miran por la ventanilla haciéndose las completas pelotudas. Pocas cosas en el mundo me ponen tan de peor humor como la vieja que se hace la boluda para no ceder el asiento.

Tanto mal humor me hizo agarrar esa vieja informe y babosa que me quedé al lado de su asiento mirándola fija y puteándola en quince idiomas. Creo que se dio cuenta. Y ojalá le haya dado la vergüenza de su vida.

Yo me levanté cruzada, y después el colectivo y la cola y la humedad y el calor hicieron el resto. No podría decirse que estoy teniendo un mal día, no podría decir que tal o cual cosa me salieron mal y por eso estoy así.

Pero estoy así.

sábado, 19 de marzo de 2011

Ansiedad

Quizás algunos no entiendan lo que siente una persona ansiosa. Quizás les resulte incomprensible cómo los ansiosos nos desesperamos por terminar todo ya. Ahora. Ahora o nunca. Yo soy muy ansiosa, demasiado. Y sé que no está bueno. No está bueno a varios niveles: me pongo nerviosa cuando las cosas no pasan, cuando no llegan, cuando no terminan, cuando no empiezan. Me pongo nerviosa de verdad, me molesto, a veces me agarra mal humor. Y no está bueno, no la paso bien.

Por momentos la ansiedad es inofensiva. Ya conté que cuando me corto el pelo quiero que crezca prontísimo para volver a cortarlo. Soy ansiosa con las series de televisión, veo un capítulo y enseguida quiero ver otro, y otro, y otro. Algunas noches, con Six Feet Under, me quedé hasta las cuatro o cinco de la mañana despierta porque no podía dormir sabiendo que tenía mas capítulos para ver. Como si los capítulos fueran a esfumarse. Yo soy ansiosa en las relaciones, quiero respuestas rápidas y concisas (porque además soy virginiana, práctica y metódica, nada de vueltitas baratas, no conmigo) y aunque el otro tal vez no lo note, por dentro hay un globo gigante de ansiedad que va aumentando y, en cualquier momento, explota. Soy ansiosa cuando voy al baño porque pienso que estoy perdiendo el tiempo, soy ansiosa y detesto las colas, esperar el colectivo, la burocracia. Soy ansiosa, pesadamente ansiosa, tanto que muchas veces no disfruto el camino, ni el recorrido, ni la espera, ni extrañar a alguien: sufro de ansiedad. Media hora antes de una cita ya estoy lista y camino de un lado a otro esperando que llegue el momento del timbre o el teléfono. Pero cinco minutos antes de la cita se despierta otro tipo de ansiedad en mi, ese que me hace sufrir en diferido: cinco minutos antes de encontrarme con alguien ya estoy sufriendo porque la cita va a terminar y voy a extrañar a ese alguien.

No está bueno ser ansioso, y yo siempre ando buscando remedios para la ansiedad. Un libro, alguna música, algo que me baje el nivel nervioso, el no poder dejar de moverme. Uno de los remedios que me funciona bastante bien es el origami, porque hacer origami necesita de paciencia, perseverancia y constancia, tres cualidades que los ansiosos podemos poseer pero pocas veces utilizar. La ansiedad atenta contra la constancia, por ejemplo, cuando los ansiosos no entendemos que para llegar a hacer una estrella modular de treinta piezas primero tenemos que haber pasado por una estrella de quince piezas, o saber hacer la clásica grulla de memoria. Doblar treinta papelitos, uno por uno, puede ser una de las tareas mas arduas para un ansioso. Yo doblo cinco y ya quiero empezar a ensamblar, y me cebo tanto que después me queda una estrella de cinco papeles del mismo color, completamente trunca, y veinticinco papelitos a medio doblar dando vueltas por mi casa. El origami es paciencia y es dedicación. Es sentarse horas a doblar un papelito, otro papelito, otro papelito, otro papelito, hasta llegar a treinta papelitos (por poner un ejemplo).

Hoy estaba cansada de ver una serie, hace muchos días que miro series o películas y nada mas, asi que agarré mi bolsa de papelitos de origami y con los diagramas de la estrella, empecé. Son las seis de la tarde, ya armé seis de los treinta modulitos que tengo que armar. Y el globo de la ansiedad está empezando a inflarse y no voy a dejarlo. Porque hasta que no tenga los treinta papelitos listos no puedo ensamblar nada. Porque tengo que aprender a manejar estos niveles de ansiedad que me hacen morderme los labios y lastimármelos. Porque tengo que aprender que un mensaje de texto puede ser contestado un par de horas después de haberlo enviado y un mail algunos días después. Porque para la mayor parte de las cosas de la vida hay que tener paciencia, hay que esperar. Y porque desesperar esperando no está bueno.

Desayuno en la cama

Vivir solo y querer desayunar en la cama es una combinación que no funciona. Para desayunar en la cama tenés que levantarte sí o sí, prepararte todo y volver a acostarte con la bandeja lista. Es un quilombo.

Y ni te cuento si se te ocurre querer una facturita o un bizcochito de tu panadería amiga: una vez que te calzaste unos pantalones y saliste a la calle, volver a meterte en la cama va a parecerte un desperdicio.

Ayer vi una señora con una remera negra que decía "Esto no es gordura, es exceso de dulzura". Me pareció como la versión femenina de la de hombres que dice "Esto no es panza, es el tanque de combustible de una máquina sexual".

Ojo con las diferencias. A ella le conviene que sea dulzura, a él virilidad.

viernes, 18 de marzo de 2011

El grupo de pertenencia

Desde que publiqué el post del baby shower hasta recién estuve medio colgada pensando en eso de los amigos que uno pierde o elige perder. En los comentarios me dicen que se pueden recuperar, y es cierto. Pero lo pensé y me di cuenta que no las extraño a ellas, a quienes quiero, y mucho, es una cuestión un poco melancólica o nostálgica: las quiero porque viví muchísimo con ellas, las quiero como se quiere a un recuerdo. Pero no sé si quiero formar parte de ese grupo. Creo que ahora, a las dos y diez de la tarde, lo tengo un poco mas claro: extraño la camaradería. Extraño esa cosa grupal, de unidad, ese todos para uno y uno para todos. No las extraño a ellas, extraño el grupo de pertenencia. Extraño "las chicas".

Yo tengo amigas, no muchas porque soy una persona bastante asquerosa, pero son todas amigas sueltas. Entre sí se llevan bien, pero no puedo decir que con mis amigas formemos un grupo. Yo, por lo menos, no veo esa cosa grupal medio adolescente que extraño pero a la vez no sé si quiero recuperar. Me gusta, tener a mis amigas por separado y un día juntarlas a todas o enterarme que se juntaron entre ellas y se chusmearon entre ellas. Me gusta porque yo soy abandónica. Puedo pasar meses sin atender el teléfono y me cuesta horrores mandar un mail contando en qué ando y preguntando en qué andan.

Extraño esa síntesis grupal de un conjunto de amigas pero sé que no podría bancarme tener un grupo de amigas, tan compacto como, por momentos, asfixiante.

Susanita

Cosas que quiero saber hacer desde que soy pequeña y se me está pasando la vida y no aprendo pero confío en que algún día aprenderé:

-Coser. No un botón, no una roturita: hacer mi propia ropa. Mis polleras y vestidos. No sé, cortinas. Que me dejen de romper el orto "una pollera trescientos pesos".

-Tejer. No una bufanda, eso con paciencia y esmero ya lo hago. Un pulover. Un saco. Un gorrito. Crochet. Mantas.

-Cocinar. De verdad. Amasar. Saber de memoria las recetas. Tortas caseras que no sean el apple crumble que es la única que me sale rica.

Tiempo. Eso necesito.
No. Tiempo tengo. Voluntad necesito.

Y constancia.

El baby shower

El único baby shower que había visto, la única referencia que tenía, era un capítulo de Sex and the City donde van a un baby shower. El martes me llegó la invitación, mi primer baby shower, mi primer amiga embarazada, la primera panza que me animo a tocar, la primer mujer con crío adentro a la que le pregunto todo y mucho mas: qué se siente, qué se siente, qué se siente, qué se siente. También, la única a la que le repetí, durante ocho meses: "Qué impresión, tenés un pibe adentro". Pregunté qué se hacía en un baby shower y me espanté: además de llevar regalos y comer y beber, se supone que en un baby shower hay juegos. Sí, juegos. Yo en una etapa antisocial y me dicen que tal vez tenga que participar en juegos. Odio los juegos, los odio desde que soy así de chiquita e iba a los cumpleaños de mis compañeritos. Odio muchísimo mas los juegos grupales, la división en equipos, arengar a los participantes, ganamos perdimos igual nos divertimos. Me siento en otro planeta y miro todo alrededor y todo me parece estúpido e inútil. Por qué tendría que someterme a juegos. JUEGOS.

El baby shower era a las seis y media de la tarde pero empezó casi a las nueve de la noche. Había globos celestes, banderines celestes, carteles con letras celestes, galletitas en forma de: babero, mamadera, nenito y chupete, todas decoradas con granas celestes. Había floreros celestes, cintas de raso celestes, una torta con forma de estrella toda celeste, barquitos celestes llenos de caramelos; y muffins, también con granas celestes, y con un palito y un osito de goma eva clavado en la punta. Una sobredosis de celeste que tumbaba, y a mi que me torra que el rosa sea nena y el nene sea celeste.

Después, lo de siempre. En qué andás. Tanto tiempo. Qué contás. Cómo va tu vida. Estás de novia. Seguís viviendo en Belgrano. Seguís viviendo sola. Nada del otro mundo, esas conversaciones tipo ayuda memoria que se tiene con la gente que alguna vez fue muy cercana y ahora no tanto. Las organizadoras eran mi grupo de amigas del polimodal (yo soy joven, mami), con las que me sentaba en el colegio (teníamos regias mesas grupales), con las que salía a bailar. Las que se quedaban a dormir en mi casa. Las de las primeras vacaciones en Gesell. Las de las primeras borracheras no tanto, porque yo no tomé alcohol hasta los 22, cuando me separé grosso de mi ex por primera vez y me ahogué, literalmente, en un vaso de vino. Las que me hacían reir y llorar y divertirme y aburrirme, mis amigas del colegio.

Anoche estábamos de vuelta todas juntas, pero yo no soy la misma. Y creo que ellas tampoco. Ellas organizaron el baby shower para la sexta integrante del grupo, la primer embarazada, la única con la que sigo teniendo no sólo contacto, sino una amistad fuerte como una represa: nada nos puede pasar. Me sentí ajena por momentos, como la observadora de una sitcom de un grupo de amigas de toda la vida. Yo era el espectador nomás. Les saqué fotos a ellas, las organizadoras y la embarazada, no me pareció que yo tuviera que participar de esa foto: yo no soy parte de ese grupo. Me dio un poco de tristeza, haberme alejado de ellas (porque fue mi culpa: yo empecé el CBC y me puse de novia y seguí trabajando, todo al mismo tiempo, y tuve que cortar con algo, y me equivoqué y corté con ellas), ser una desconocida, en lugar de estar ahí organizando qué galletitas, qué regalo y cuántos globos. Así, al menos, no todo hubiera sido celeste bebé varón.

Update: hablé de los juegos y de lo mucho que odio los juegos y Marie me pregunta si al final hubo juegos o no hubo. No. No hubo juegos, zafé. Quiero decir: zafé de cortar una tira de papel higiénico a ojo para ver si le embocaba al perímetro de la panza.

jueves, 17 de marzo de 2011

Me gusta mucho esta foto naranja

¿A vos también te pasó?

¿A vos también te pasó de que te convenciste de algo pero en el fondo sabías que no te lo creías ni un poco? Que, por ejemplo, dijiste "el pibe no me hizo nada, en realidad, soy yo la que me enrosqué" y vos estabas enroscada pero el enrosque no había sido por generación espontánea: el pibe te había hecho algo.

¿A vos también te pasó que perdonaste pero en realidad no habías perdonado nada? O sí, supongamos que habías perdonado, pero a partir de ese momento, desconfiabas de todo, mirabas todo con sospecha. De vez en cuando le revisabas el teléfono, el mail, te preocupabas si no contestaba un mensaje tuyo.

¿A vos también te pasó que sospechaste y te quedaste callada porque "así estamos bien" y "una cosa no tiene que ver con la otra"?

¿A vos también te pasó que mirás hacia atrás y no te reconocés? ¿Que no entendés cómo llegaste a actuar así, a sentirte tan abajo, tan a la defensiva y a la vez sin armar con qué pelear?

¿Te pasó? ¿Eso de no saber de quién estabas hablando cuando estabas hablando de vos?

martes, 15 de marzo de 2011

Y además

Extraño mucho, pero mucho mucho, mi departamento con patio en Belgrano. Y tanto tanto que lo pienso y se me llenan los ojos de lágrimas.

Otras cosas que me pasan

También me pasa que se me está muriendo una planta que me regaló una amiga y eso me tiene muy angustiada. No se me suelen morir las plantitas, mis casas siempre fueron el reino de la fertilidad vegetal.

Lo único que tengo claro es que, posiblemente, los pies sean lo mas feo del cuerpo humano

Ayer llegué a casa y medité algo asi como cinco minutos si iba o no iba al gimnasio. Apagué el celular, agarré mis cosas y bajé a la panadería. Adquirí una mini cremona y volví a casa a tomar mate en pantuflas y pensar en cosas mas interesantes que el odioso "y ocho mas" de las profes de gimnasio.

Extraño mucho escribir acá con poco filtro y contarles detallecitos mínimos de mi vida que por momentos es desdichada y por momentos envidiable. No sé qué me pasa que últimamente no les cuento cosas. Porque antes les contaba eso, "cosas", así, a secas. Les contaba qué había cenado y la película que había visto. Les contaba cuál era el mantra del día y por qué el otoño me apagaba. Ayer volví, un ratito, y les conté de mi personaje antisocial. Y pienso que tal vez estas cosas que me pasan, con el blog, con el gimnasio, con la vida, sean parte de esa transformación a una persona mas encerrada en sí misma. Y tal vez debería hablar del retorno a esa persona, a esa que siempre fui: encerrada, callada, introspectiva.

Estoy con un proyecto nuevo. Un proyecto conjunto, con dos personas que quiero muchísimo, con dos personas el triple de inteligentes que yo ("el triple" es tirar una cantidad, pero creo que es mucho mas que el triple). Nos juntamos, tomamos fernet, pensamos ideas y después nos quedamos callados media hora, casi sin mirarnos. En esas medias horas de silencio yo pienso en lo bueno que va a estar el proyecto. No sé qué pensarán ellos. El proyecto me divierte y me va a consumir tiempo y energía. Pero me divierte. Tanto me divierte que ayer estuve desde las siete hasta las once escuchando cumbia, no solamente porque me gusta sino porque la cumbia es parte del nuevo proyecto (cumbia rules!). Hacía mucho que no tenía algo en que pensar durante todo el día y que todo ese pensar resultara divertido y estimulante. El proyecto nuevo, que ya tiene nombre y en dos semanitas lo van a conocer, sumado al trabajo que se cayó antes de empezar, retrasaron mi renuncia por tiempo indeterminado. No renuncio no porque no quiero, tampoco porque no hayan cambiado mis condiciones laborales: no renuncio porque este trabajo me da la posibilidad de tener muchísimas horas libres para dedicarlas, adiviná, a mi proyecto nuevo. Y el proyecto nuevo es lo que mas me divierte.

Sigo antisocial, sin ganas de salir y con pocas ganas de hablar. Mañana voy a ver a mi amiga embarazada un poco porque tengo que acariciarle la panza, otro poco porque se viene la fecha en la que el crío sale al mundo exterior; pero qué difícil: querer ir y no querer ir. Tener ganas pero no tantas. El sábado tengo una fiesta y ya prometí que iba y me torra grosso pensar en estar en un lugar con mucha gente y música fuertísima. Después voy y la paso bien, pero si me preguntás hoy: no, no tengo nada de ganas. Estoy un poco de mal humor también, un poco irritable. Por eso también es que estoy hablando poco. Son como mil cosas al mismo tiempo, se me mezcla todo y ya no sé si estoy de mal humor y por eso no hablo o si no hablo porque estoy cansada, si salgo de mi casa porque está sucia o si me quedo porque tengo mil series para ver. Se me confunden las causas y las consecuencias y la verdad es que no, no sé si vino primero el huevo o la gallina.

Las prioridades van cambiando. Lo que hasta el año pasado me desvelaba este año me torra inmensamente. Tengo ganas de viajar, y de viajar mucho, y de repente leo el relato de un parto y quiero ser mamá. Estoy como las criaturas: mierda veo mierda quiero. Y las cosas se me van pasando y los días y las horas van desapareciendo y yo sigo haciendo listas de pendientes (tareas pendientes, lugares pendientes, compras pendientes) y no tacho ninguna y cuando reviso la lista para ver qué puedo tachar me doy cuenta que de todo eso, me interesa la mitad. Tengo pocas cosas claras y las que están claras son un poco lejanas y por momentos imposibles de cumplir ("me quiero comprar una casa"). Supongo que son momentos de incertidumbre y ansiedad, pero no de desesperación. Lo dije ayer y lo repito: estoy tranquila, estoy caminando despacio, sin tropezarme ni caerme. En algún momento, cuando esté preparada, empezaré a trotar.

Pero hay tiempo para eso.

lunes, 14 de marzo de 2011

Estoy rozando el personaje antisocial

Estoy rozando el personaje antisocial de una manera que nunca antes. Y lo disfruto muchísimo. Por ejemplo, el fin de semana estuve encerrada todo el sábado y casi todo el domingo (hubo, el domingo, una escena en el exterior que no duró mas de diez minutos). Ya conté que el otoño me pone medio introspectiva, y este año como que se adelantó todo. No veo a casi nadie y odio los días que tengo que tratar con clientes. No atiendo el teléfono de mi casa y me la paso haciendo maratones de series o películas. Tomo mate, ando en piyama lo mas que puedo. No estoy triste ni bajoneada: disfruto mucho de estar sola aunque en el cuarto de al lado haya alguien. Estoy tranquila, camino sin agitarme y el olor del otoño me hace sonreir. Casi no estoy viendo a mis amigas, y practicamente no chateamos ni hablamos por teléfono. Las pienso muchísimo, hablo de ellas bastante, me las acuerdo cuando veo algo y quiero contárselos. Pero estoy en días silenciosos y solitarios, hablando pausado, con listas de tareas pendientes que me preocupan pero tampoco para tanto. No tengo ganas de hablar con nadie y menos ganas tengo de hablar y contar mis novedades: no tengo novedades. Mi departamento, las mañanas de otoño, es lo mas lindo del mundo, y si pudiera no saldría ni a hacer las compras. Estoy rozando el personaje antisocial de una manera que nunca. Y lo disfruto muchísimo.

jueves, 10 de marzo de 2011

O quizás sea yo nomás, que últimamente ando enganchándome en cualquier pavada

Noto un aire de crispación generalizado. Ganas de pelear todos contra todos, sin importar el motivo. Veo puteadas por todos lados, gente que se trata feo. Confusiones en el lenguaje. Que el chiste no parecía un chiste pero era un chiste. Un comentario que se convierte en el eje de múltiples discusiones. Palabras dolorosas de uno y otro lado. Ganas de joder las vidas ajenas. Impetu criticón. Uno opina algo y te saltan a la yugular, o no te saltan nada pero te sobran como si fueras una pelotudita. Una poquísima altura en gente inteligente.

A mi no me gusta pelear. Me aburre y, esto es peor, me entristece mucho. Me pongo mal cuando la gente pelea alrededor mio. Quiero conciliar y no me sale. Quiero opinar y casi no se puede opinar, porque si opinás y alguien no está de acuerdo, se arma un quilombo bárbaro, y cuando se arma un quilombo bárbaro, yo me desarmo toda, me quedo sin herramientas, sólo me queda un saborcito amargo y la mirada medio caída. A veces soy asquerosa e insoportablemente sensible. Creo que es lo que mas odio de mi.


Cosas intensamente tristes

Irte de viaje con tu novio y que tu novio cuente después que se fue de viaje solo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Detengan todo: hay un niño en la sala

Cuando hay un niño en la reunión me veo casi en la obligación de entretenerlo. No me importa lo independiente o dormido que esté, estoy convencida que tengo que estar ahí, dándole herramientas para que no se caiga del embole enter gente mayor que habla de cosas aburridas como política y religión. Yo me instalo con la criatura y si hay que hacer zapping hago zapping y si hay que hablar de Mortal Kombat enseguida saco a relucir que una vez, alllá por el siglo pasado, yo sabía hacer la fatality.

viernes, 4 de marzo de 2011

Me compré una alfombrita para mi casa y no veo la hora de llegar y ponerla en mil lugares diferentes y no decidirme por ninguno

Cuando hablaba de planes que se caían no me refería a una salida de viernes por la noche con amigas y ni siquiera a una cita frustrada. En las últimas semanas se me cayeron dos planes buenísimos: un viaje y un trabajo nuevo.

Ando curándome de la decepción y la tristeza comprando estupideces por internet. Y no vengan a decirme que eso de comprar compulsivamente no soluciona nada porque no tienen idea el estado de crispación en el que ando últimamente.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Me encantaría ser un toque mas optimista

Hay algo que se pierde. Siempre hay algo que se olvida, que queda atrás por mas que hagamos esfuerzos por tenerlo ahí, cerca: el entusiasmo de los primeros meses. La primera vez que te dicen "linda", el primer "te quiero", la primera vez que dormís con alguien. La primera vez. Es inevitable, es imposible recuperar la primera vez de cualquier cosa.

La introducción, en una relación, está repleta de sorpresas, de primeras palabras, de gestos nunca vistos, de miradas que no vuelven a encontrarse. Hay algo fascinante en ese entusiasmo de los primeros meses, algo que atrae y a la vez llena de miedos. Es como un sueño del que uno no quiere despertarse. Hay mails llenos de palabras que nunca vamos a volver a escuchar, esas palabras que refieren a los descubrimientos que hacemos del otro las primeras veces que nos vemos: "qué lindo cuando te reís fuerte". Hay charlas interminables con amigas contando detalle por detalle qué pasó la noche anterior, noches que después se vuelven previsibles, noches en las que ya no se coge, noches en las que ya no dormimos abrazados. Perder el entusiasmo de las primeras veces no es algo necesariamente negativo, no es la culminación de nada, no es el fin: muchas veces es el principio de otra cosa, más íntima, más profunda, con mas amor, con mucho mas amor.

El entusiasmo de esas primeras veces, la incertidumbre, el no saber si sí o si no, si va a llamar, si le gusto, si le pasa algo conmigo. Las respuestas a esas dudas, la primera vez que escuchás "te quiero", la primera vez que conoce a tus amigos, la primera vez que te presenta como "Maru, mi novia". Todo eso un día desaparece, se va, se esfuma, se pierde. Y no hay vuelta atrás.

Me aterroriza completamente la pérdida de ese entusiasmo, me da miedo la costumbre, las palabras que de tanto repetirse empiezan a perder sentido. Me da miedo la posibilidad de que las relaciones, a partir de la pérdida de ese entusiasmo, empiecen a decaer. Que con la pérdida de la sorpresa venga el monstruo de la rutina. Y que con el monstruo de la rutina empiece a perderse todo lo demás.

martes, 1 de marzo de 2011

A veces cansa demasiado que los buenos planes estén siempre por salir y después no salgan una mierda.

Rarísimo

Estacionados de uno y otro lado de la calle, un camión de basura estacionado detrás de otro camión de basura estacionado detrás de otro camión de basura etcétera por mas de tres cuadras. Yo pasaba en bicicleta por el medio de las dos hileras de camiones de basura y veía las bolsas aplastadas, y un olor sofocante, un aire húmedo y caliente, se adueñaba de todas esas cuadras y también de mi nariz. Yo trataba de respirar cortito para no ahogarme o de pedalear mas rápido para llegar allá, lejos, donde desde acá, veía que no había mas camiones de basura. Los camiones de basura eran altos, tapaban la luz del día, y el paisaje se volvía algo solitario y desértico: no había autos, solo mi bicicleta, los camiones y yo, y mientras pasaba rápido entre ellos respirando chiquito y pedaleando fuerte me preguntaba por qué estaban ahí, qué había pasado, dónde estaban todos los otros autos. ¿Y la gente? Hubiera querido que fuera un sueño medio apocalíptico, pero no: fue ayer, a las seis de la tarde, sobre Freire, a unas cuadras de Dorrego. Y fue rarísimo.