jueves, 30 de mayo de 2013

02 / Barcelona. Día 02

Cuando nos estábamos volviendo a casa a dormir le pregunté a Juan cuál había sido, para él, el highlight del día y después de seis cuadras de dar vueltas pensando y diciendo que había habido demasiados dijo que no podía elegir. Yo le dije con mucha seguridad que el highlight habían sido los dulces del árabe ese donde entramos por casualidad pero a la media cuadra pensé que también había sido el senegalés que me quiso chamuyar en la vereda de un bar o haber encontrado el MACBA de casualidad después de haberlo buscado durante horas o el shawarma del final o la Sagrada Familia o etcétera.

La mañana
Apenas entramos a la estación de subte que nos queda cerca (se llama Mercat Nou, y el barrio donde estamos que el otro día no lo sabía se llama Sants y yo estoy un poco enamorada del català) nos recibieron unos músicos cantando Un viejo blues, de Pappo, en català.


Volvimos a ir a Plaza Espanya para subir a Monjüic (habíamos ido la noche que llegamos), subimos hasta el mismo museo que la otra vez pero ahora en vez de bajar y volver seguimos un poco y detrás del museo tomamos un colectivo que nos dejó arriba del monte, donde hay un castillo y una vista de toda la ciudad que casi casi te caés de culo. También se podía subir y bajar caminando pero confíen en lo siguiente: si no están preparados físicamente ni intenten subir porque van a llegar y la van a pasar bomba pero una vez que bajen van a querer ir a dormir una siesta de tres horas. Arriba nos sacamos fotos, hablamos pavadas, tomamos y tiramos unas latas de un agua feísima, como si tuviera bicarbonato (pedimos “agua con gas”), recorrimos un poco el castillo y bajamos con el mismo colectivo (el 150, por si a alguien le interesa).

Arriba del Montjüic
Fuimos caminando desde Plaza Espanya hasta Poble Sec, otra estación de subte, donde nos encontramos con Kris y su padre y otra amiga que nos llevaron a comer a una callecita que hay ahí cerca pero no recuerdo cómo se llamaba. Hay un lugar al lado de otro, todos tentadores y más o menos con la misma dinámica: pinchos (pintxos) y cerveza. En Barcelona, según lo que nos contaron, lo que más hay son bares y peluquerías y es exactamente eso. En todos los barrios hay bodeguetas y bares y siempre hay alguien (aunque sea dos personas) tomándose alguna cervecita.


En el lugar de pinchos era así: te daban un plato y en la barra había decenas de platos con diferentes pinchos (aka una tostada con "algo" arriba). Cada pincho costaba 1 euro, con cuatro o cinco estás más que bien pero un poco te cebás y llegás hasta ocho sin problemas. Yo comí unos tranquis con queso, tomate y albahaca, otro con sobrasada y huevo de codorniz, otro con baba ganoush (uno de los mejores), otro que no tengo idea qué era pero era como una mouse de salmón con crutones (este venía en un pocillo de vidrio y se comía con cucharita), Juan comió uno con un chorizo picantón, había otros con anchoas, con morcilla y manzana y cebolla caramelizada (que descubrimos cuando ya estábamos llenos), todo acompañado con cerveza (las chicas de la mesa como buenas chicas o chicas buenas pedimos unas rubias tranquilas y los hombres una con el doble de alcohol y malta que era una bomba espesa RIQUISIMA, todas marca Estrella). No comimos postre pero sí tomamos un carajillo: café con brandy (aquí se puede hace un "Elige tu propia aventura" y tomarlo caliente, como viene; o pedir un vaso con hielo y servirlo ahí y tomarlo helado. Yo elegí esta segunda y fue como tomar una golosina genial que ardía un poco en la garganta pero que no dejaba nunca de ser una golosina genial). Para pagar hay que llevarle al tipito de la barra (que era argentino, como la mitad de la gente que me cruzo acá) unos escarbadientes que vienen en cada pincho y según la cantidad es la plata que se paga.


La tarde 
Después de almorzar nos quedamos solos y la idea era ir al Raval y dar alguna que otra vueltita. Llegamos al Raval y empezó un circuito de ir y venir que terminó tardísimo a la noche. Aprovechando que estábamos con ganas de caminar quisimos ir al Gótico y cuando le preguntamos a una cómo ir nos respondió "Ya estáis caminando en el Gótico" así que, al menos yo, nunca terminé de entender cuál es la división entre uno y otro barrio, la cosa más importante es que es precioso: son miles de callecitas angostas que se cortan y se juntan y se retuerce en pasajes y plazoletas, y desaparecen y vuelven a aparecer. Por supuesto que, como pasa con las mejores cosas en vacaciones, en estos barrios la única y mejor forma de conocerlos es perderse en ellos y de última preguntar porque total acá nadie sabe explicarte bien ni dónde estás ni cómo ir al lugar donde quieras ir.




















Así, sin querer, nos encontramos con el que para mí fue el highlight del día: los dulces de un localcito árabe que de afuera no decía demasiado. Entramos y hubiéramos comprado uno de cada uno pero elegimos dos al azar (salieron 90 centavos cada uno): uno de coco y otro colorinche medio peligroso. Cuando mordimos el colorinche medio peligroso pensamos que habíamos llegado al cielo y sentimos que había un coro de angelitos alrededor nuestro. ¿Qué tenía? Mazapán, almíbar (abundante) y crema.
 
  
También así, sin querer, llegamos al Mercado de la Boquería y lo primero que dije cuando entramos fue "No puedo creer que haya venido a este lugar sin hambre" porque hay de todo y para todos: puestos de fiambres y quesos, pescaderías -muchas-, carnicerías -muchas-, chocolaterías, lugares de frutos secos, miles de fruterías y verdulerías con todo todo todo lo que puedan imaginarse y más, lugares de dulces, de conservas, de especias, hueverías. Todo barato (salvo los azafranes premium que costaban más de 100 euros) y colorinche. Es, por supuesto, muy pintoresco y autóctono, hay muchas mujeres pescaderas (acá mandé fruta y dije que capaz los hombres son pescadores y las mujeres vendían y Juan me miró con cara de que mejor no me contestaba)  y carniceras, chinos vendiendo frutas, nórdicos vendiendo nueces.





De ahí seguimos caminando y caminando y caminando y caminando y de repente La Catedral de Santa Eulalia. En este punto haré una confesión: entré y me conmoví. Listo, lo dije, ya me siento más boluda que de costumbre. Pero tenía que decirlo porque cuando planeaba el viaje pensaba que ni iba a entrar porque no me interesaba y ahora digo que todos los que vengan a Barcelona tienen que entrar. Adentro había dos o tres personas rezando y doscientos japoneses (incluida la falsa japonesa que escribe) sacando fotos.

El teléfono para llamar a Dios. No funcionaba.
Cuando salimos había un autóctono latinoamericano tocando el arpa y unos ingleses encantados tirándole monedas, una estatua viviente que era un gordo espantoso en crocs (parecía salido de una película de Alex de la Iglesia), que asustaba un poco a los chicos y un español cantándose unos temas.

Lo que pasa con las callecitas del Raval y del Gótico es que todas son parecidas pero muy diferentes. Nunca terminábamos de entender si ya habíamos pasado por tal calle o habíamos visto tal negocio porque todos eran parecidos pero aún así todo nos maravillaba como si fuera la primera vez.

Ya casi cuando era de noche empezamos a preguntar cómo llegar al Manchester, un bar medio escondido que nos había recomendado un amigo nuestro. Preguntamos a uno y nos indicó y fuimos pero no llegamos. Preguntamos a otro y lo mismo. Y a otro y lo mismo. Unos nos hacían cruzar la rambla y otros no. Unos nos decían que no les sonaba, otros que les sonaba pero no sabían dónde estaban y otros que sí, por supuesto, lo conocían, pero cuando nos explicaban hacían agua y cuando queríamos seguir las instrucciones hacíamos mucha agua más. Cuando ya estábamos por rendirnos le preguntamos a un tipo que dijo que sabía. Nos acompañó hasta una esquina porque dijo que de ahí íbamos a entender mejor. Dijo que siguiéramos derecho hasta que terminara la calle y que ahí dobláramos cuarenta y cinco grados a nuestra derecha y diéramos tres pasos y cerráramos los ojos y dijéramos tres veces "Manchester" y que iba a aparecer. Y apareció.


La noche
Cuando entramos al bar afuera era de día pero adentro era todo oscurísimo y con unas bolas rojas. La cerveza salía 1 euro así que nos tomamos varias mientras descansábamos los pies y hablábamos pavadas. Lo que más hablamos fue lo mucho que nos costó encontrar ese bar. Cuando fui al baño tuve que esperar que alguno se desocupara y mientras esperaba vi un cartelito con una foto y me acerqué a leer: hay dos sucursales del Manchester y por eso nos costaba tanto que nos dieran indicaciones precisas, cada uno nos explicaba cómo ir a un bar diferente.

Muy rojo todo.
De afuera ni dice mucho ni se escucha tanto. Queda en Carrer de Milans y Carrer D´Avinyo




























Cuando salí a tomar un poco de aire se me acercó un negro enorme que me preguntó en un español muy improvisado de dónde era y después le pregunté yo de dónde era y dijo "Senegal". Me preguntó si estaba de vacaciones y después de contestarle le pregunté si hacía mucho que estaba acá. Me contó que estaba en Barcelona hace un año y siete meses y que antes vivía en Francia. El senegalés estaba muy borracho y estaba por caerse, le pregunté si le gustaba Barcelona y dijo que sí, mucho, que se había venido a vivir acá buscando... y se colgó. Y yo, que le vi pinta de esos hombres que creen en la escuela de la vida, le completé la oración diciendo "Algo" y el negro me dio la mano y me dijo "Me gusta lo que dices". Le dije que me iba, que chau, y me dijo que nos veíamos adentro del bar pero adentro del bar se dio cuenta que yo estaba con Juan y se fue a charlar con otras chicas.

Mientras buscábamos el Manchester nos recomendaron unos bares que están por ahí y que parece que también están buenos, cuando salimos nos encontramos con uno, Mariatchi, y entramos. El clima era bastante diferente al anterior: había luz, un poster de Manu Chao, mucho rojo verde y amarillo, algunas alcancías donde uno colaboraba con diferentes proyectos (un proyecto ecológico, otro para unos sin tierra, otro para no sé quiénes sin fronteras). Yo ya no estaba para seguir tomando pero igual me tomé una cerveza y Juan se pidió la bebida de la casa, el Mariatchi, un vermouth con miel (y para mí también tenía canela) que era una de las cosas más fuertes que haya probado en la vida. Quedó la mitad del vaso. También pedimos un chupito de otro coso que tenía algo con miel, muy parecido a un almíbar con alcohol, suficientemente rico para un chupito pero no para mucho más.
 
Salimos con hambre. Habíamos comido los dulces árabes a la tarde y ya eran casi las doce de la noche. Caminamos y caminamos y nos dimos cuenta que habíamos desembocado en una zona medio cheta en la que no estábamos dispuestos a comer. Además ya estábamos cansados y cuando uno está cansado o todo le viene bien o todo le viene mal y nosotros estábamos en el segundo camino. En cada esquina un pakistaní nos quería vender cervezas (no compramos pero sabemos que están 1 euro la lata) y a las media hora de caminar y no saber dónde comer Juan le preguntó a uno de los vendedores dónde podíamos comer un shawarma y fue el shawarma más cargador de pilas del universo. Salió 5 euros un shawarma completo, un falafel y una latita de coca.

Toda la tarde habíamos querido ver a los skaters en la entrada del MACBA pero nunca lo habíamos encontrado y ahí, de nuevo sin querer, apareció, él y todos sus skaters. Yo estaba demasiado cansada y ya no los pude apreciar. Pregunté cómo volvíamos a casa y me indicaron y seguimos caminando y seguimos caminando, en todos los bares todavía había gente, muchos recién estaban arrancando, otros estaban de gira total. Los pies me latían y los músculos estaban resentidos, tenía en las manos la calle todo el día y en el pelo el olor de un día demasiado ocupado. Cuando llegamos a Plaza Espanya me planté y dije "Basta para mí". Estiré la mano y paré un taxi. Nos cobró 5 euros por diez minutos de recorrido, después de discutirnos un rato que las calles que nosotros decíamos que se cruzaban –Badal y Constitució- no se cruzaban. Se metió por un pasaje en el que no cabía más de un auto y puso una radio catalana a todo volumen, con la guía T en la mano, porque era un caballero de bigotes muy pre-GPS.

martes, 28 de mayo de 2013

01 / Barcelona. Día 01

Lo que es el viaje.

Nos desayunamos cuando llegamos a hacer el check in que ya Aerolíneas Argentinas no deja llevar dos bultos por persona o por lo menos no para un viaje a Barcelona. Yo me puse nerviosa, en especial porque en la valija que no habíamos podido despachar yo tenía una colección de alicates, tijeras, limas y cosas así. Y un paquete de yerba cerrado. Y una crema enorme. Y cosas que no estaba segura de que se pudieran llevar arriba del avión. Hicimos migraciones y pasamos los bolsos por la cinta y no pasó nada. No que no pasó nada de que nos hayan frenado y nos hayan sacado algo sino que, literalmente, nada sucedió: pasamos con todas las porquerías y esperamos. Mucho, esperamos. Nos miramos un capítulo de Mad Men y embarcamos (fuimos al free shop pero me di cuenta que sin otra mina al lado el free shop es bastante más aburrido: le probé dos anteojos a Juan y cuando lo perseguí con un lápiz labial fucsia se ortivó). El avión es igual que otro avión: mucha gente amontonada y bastante maleducada, algunos niños llorando al comienzo, mala comida (un pollo hervido con unas verduras desabridas). El viaje duró 12 horas 40 minutos, yo me dormí cuando faltaban 11 horas y me desperté cuando faltaban 2. Impresionante.

Fue la primera vez que viajé del lado de la ventanilla
Lo que es llegar a una ciudad desconocida.

En migraciones no nos preguntaron nada de nada de nada. Literal. Mucha gente me había dicho que lleváramos contrato de trabajo o recibo de sueldo o carta de invitación o algo pero el tipito nos preguntó si veníamos de paseo y si era nuestra primera vez y le dijimos a las dos cosas que sí y nos selló y nos fuimos. Un placer.
Acá ranchando mientras esperamos el bondi
Nos tomamos un colectivo hasta la casa donde nos estamos hospedando. No nos perdimos ni dos cuadras. El colectivo salió 2 euros pero las chicas que nos hospedan nos aleccionaron: si vas a alguna estación de metro comprás 10 viajes por 9 euros, ergo, te sale la mitad. Todo el viaje en colectivo estábamos como dos turistas boludos (estamos MUY en ese papel) y todo nos parecía hermoso, maravilloso, bello, increíble. Hace frío y yo traje solamente ropa de verano, me quiero matar.

El barrio donde nos estamos quedando queda a la entrada de Barcelona, es muy parecido a San Telmo, lleno de callecitas circulares y casas antiguas. Desde el balcón de nuestro departamento vemos una plaza seca, hoy había una viejita muy viejita con un pan en la mano, muy autóctono todo.

En el coso ese del medio la gente que no tiene agua potable viene y se lleva su agua
Nos tomamos una mixta (5 euros) en una bodegueta acá a dos cuadras de donde estamos durmiendo. Estaba lleno de hombres que recién salían de trabajar. De ahí caminamos y caminamos y llegamos a Plaza España. Alrededor hay un shopping enorme en el que avisté un Sephora y un local de Alexa Chung (datos minita) pero los shoppings en general son bastante deprimentes (si tenés plata para gastar es otro el cantar, claro) así que rajamos rápido. Subimos unas escalinatas enormes y llegamos a la puerta del Museo Nacional de Arte de Catalunya. Increíble. Se ve la ciudad llena de lucecitas, la gente se sienta y mira. Y nada más. El museo estaba cerrado pero adentro hay un restorán así que quisimos ir a chusmear pero el guardia (un argentino) nos trató bastante mal y dijo que "Nooooo sin reserva no podesssss entraaaarrrrr". Caminamos todo alrededor del museo (es como un parque enorme con muchas fuentes y plantas y muchas, pero muchas, pero muchas escaleritas), se hizo de noche y nos esperaban para comer así que nos volvimos.
A la vuelta nos perdimos entre las callecitas circulares dos horas hasta que nos rendimos y preguntamos. Nos volvimos a perder porque confiamos en nuestro instinto y tuvimos que preguntar de nuevo y ahí llegamos bien. Nos esperaban con la comida hecha y un vino riquísimo.


Acá a The Hangover le dicen Resacón y al resfriado constipación, me pareció algo bastante divertido.

lunes, 27 de mayo de 2013

27 de mayo. Faltan horas

Son las 18.47. A las 20 en punto nos pasa a buscar el taxi que nos lleva a Ezeiza. Ya están listas las valijas, estoy bañada y perfumada, con la ropa que voy a ponerme en el vuelo preparada sobre la cama. Lo mandé a Juan a comprar jamón y queso porque siento que si ahora, después de un día de nervios y estómago cerrado, no como algo, cuando llegue al aeropuerto voy a asaltar esos lugares donde un alfajor sale cincuenta pesos.

La valija costó pero no tanto como otras veces.
Hay un punto en el que armar una valija para quince días o para cuarenta se convierte en prácticamente lo mismo. O es que yo no tengo tanta pero tanta ropa. Solamente tuve que desarmarla y reseleccionar ropa dos veces cuando generalmente tengo que hacerlo tres o cuatro. Tengo conjuntos de día para 20 días y de noche 6. No sé si es mucho o poco pero estoy llevando toda mi ropa preferida (no tuve que sacrificar nada importante en el camino) y eso ya es suficiente.

Llevo dos libros en papel: Los Caserta de Aurora Venturini y Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued (que en realidad ya estoy terminando). Además algunas novelas de Nick Hornby en el kindle y otros doscientos por las dudas.

Anoche me junté a comer con unas amigas tipo despedida (yo siempre fui de los que dicen "¿Despedida de qué si se va de vacaciones dos meseeeeeesssss?") y todo muy lindo y tranquilo y unos fideos buenísimos. A la vuelta, en el taxi, pensaba que era la última noche en Buenos Aires y que hace mucho muchísimo demasiado tiempo que espero este viaje. Que por fin llegaba el día y que mañana, a esa hora, estaría subiéndome al avión. En el taxi sonó "Un beso y una flor".

Pensé que todo eso era la perfección.

sábado, 25 de mayo de 2013

25 de mayo. Faltan 2 días

Ahora ya es "pasado mañana". Ya no falta una cantidad equis de días. Pasado mañana nos vamos y mañana vamos a decir "mañana nos vamos". En la lista mental de lo que tengo que hacer el lunes está: cambiarle el cierre a una pollera, coserle el bordecito a una tela para transformarla en mantita, acortar un vestido, coser un bolso de playa. Esa digamos que es la lista costuril, una vez que saque la máquina de coser quiero hacer todas estas pavadas y olvidarme. Pretendo arrancar a las 10 y terminar a las 14. Jajaja.

Y listo.

Después de eso bañarme y preparar las valijas y esperar que toque el timbre el taxi que nos llevará a Ezeiza. Nunca hice LA LISTA y a esta altura dudo que la haga. Nunca compré invisibles para el pelo. Nunca me hice las manos ni los pies. Nunca me teñí de rosa el pelo. Todas esas cosas que dije que iba a hacer antes del viaje las pospuse tanto que pasado mañana me voy y quedaron, todas, en la etapa de la idea.

Pasado mañana.
Ya.

viernes, 24 de mayo de 2013

24 de mayo. Faltan 3 días

Una cuenta regresiva de verdad.

El podio de una competencia tiene tres puestos: 3.
En los concursos de bellezas hay una reina y dos princesas: 3.
Cuando querés alentar a un niño a que salte un charco grande contás hasta tres: 3.
Las trillizas de oro son tres: 3.

3 días.
Y me voy.

3.

Por suerte salió el sol y yo pude madrugar. Ya metí el segundo lavado del día y estoy consumiendo todo lo que hay en la heladera como si tuviera que desenchufarla hasta mi regreso.
Todas las comidas con amigos que tuve esta semana sentí que fueron mini despedidas y querría que de aquí al domingo todas fueran mini despedidas.

Un problema que tenemos los ansiosos es que nunca terminamos de disfrutar el momento: ahora que se acerca tanto el viaje empiezo a pensar en el penoso día en que vuelva. No me pone triste ni me angustia, solamente pienso que la llegada del viaje coincide también con que la vuelta a Buenos Aires esté más cerca. ¿Es neurosis, doctor?

Ya reservé el taxi para ir a Ezeiza.
Ya estoy lavando ropa.
Ya tengo las valijas.
Ya compré todo lo de perfumería, los adaptadores, unas gomitas para el pelo.
Ya compré el cepillo de dientes del viaje (en cada viaje que hago me compro un cepillo de dientes especial. Un poco siento que sin cepillo de dientes nuevo el viaje no estuvo completo).

Una cosa que hay que pensar: qué llevar para leer. Uno no puede andar jugando a la lotería ni puede andar llevando diez libros en una valija. Los que tenemos kindle tenemos la mitad del problema resuelto pero a mi me da bastante mal humor empezar libros y que no me gusten. No me pasa con las películas, por ejemplo, a las que sin culpa apago y olvido. Con los libros siento que perdí más tiempo, más voluntad, si quiero abandonar y ya llegué a la mitad pienso que con un poco de esfuerzo podría terminar. Mi idea es en el kindle llevar algunas cosas que sé que me van a gustar: algunos de Nick Hornby, The casual vacancy de J.K. Rowling y alguno de cuentos que todavía no sé. En papel me gustaría llevar el de crónicas de Leila Guerriero (Plano americano) pero está muy caro y no puedo gastar esa plata hoy, voy a pedirle a una amiga que me preste Los Caserta, de Aurora Venturini y capaz llevo Ladrilleros de Selva Almada. Tengo que estar preparada porque no olvidemos que en el medio del mes y medio que me voy, una semanita me clavo en la playa y en la playa mucho más que tomar mate y leer no se puede hacer. 

El mate es un tema muy discutido en esta casa y en el mundo.
Si le preguntás a alguien que toma mate todos los días de su vida le parece perfectamente natural que vayas por el mundo con la matera pero si le preguntás a alguien que toma de vez en cuando o a alguien que no toma, verás que te ponen una car que significa "¡Eres muy ridículo, amigo!". Yo llevo el mate a cualquier viaje sin importar la duración que tenga el viaje, ni el tiempo que vaya a estar tomando mate. A Juan, por ejemplo, le da pavura pensar que yo voy a ir caminando por Berlín mientras tomo mate pero no entiende esto: si yo no ando por Palermo tomando mate, ¿por qué se me ocurriría hacerlo en Berlín?
Soy de la siguiente filosofía: todos los días de la vida de todo el mundo hay unos dos o tres minutos que son medio bajón y tomar unos mates no te digo que te salvan del bajón pero al menos te distraen. En vacaciones el momento bajón es más evidente: tu compañero de viaje se fue a bañar y no tenés un pingo que hacer, volvés de la playa y están los demás cambiándose, revisando mails, charlando pavadas. Después de desayunar y mientras cada uno prepara sus petates para enfrentar el día. Siempre están esos huecos medio extraños en los que no hay tiempo para mucho pero sí tiempo para mates.

jueves, 23 de mayo de 2013

23 de mayo. Faltan 4 días

Breves.

-Todavía no hice LA LISTA de cosas que tengo que llevar pero mentalmente más o menos la tengo aunque todo el tiempo le agrego más cosas así que temo estar agregando unas al mismo tiempo que quito otras.

-¡Hay humedad! Tengo toda la ropa lista para ser lavada y ¡hay humedad! Hoy a la tarde salió un ratito el sol y me emocioné casi hasta las lágrimas.

-Una de las cosas más divertidas de viajar es hacer las compras de las estupideces que se necesitan para viajar: perfumería, adaptadores, cositas para el pelo. Chucherías baratas y pavadas que no ocupan mucho espacio ni son muy caras pero que alegran el día a día de la cuenta regresiva del viaje.

-Hoy le advertí a Juan: "Ni se te ocurra -NI SE TE OCURRA- burlarte de alguna de las cosas que estoy llevando al viaje y después la necesites porque voy a disfrutar muchísimo escatimarte, no sé, la aguja y el hilo para coser un botón hasta hacerte rogar y decirme mil veces que yo, siempre yo, en todo yo, tengo razón".

-Me llegó un mail de D***e***r diciendo que había un cambio en los horarios de nuestros vuelos de ida y vuelta a Barcelona pero todavía comparo los nuevos horarios y los viejos horarios y no encuentro nada. ¿Será joda o qué?

-La alegría del día fue finalmente tener en mis manos un vestido que me mandó mi amiga @mery_rox a quien TKM y estos corazoncitos son para ti: corazoncito corazoncito corazoncito (blogger no me deja poner el dibujito).





miércoles, 22 de mayo de 2013

22 de mayo. Faltan 5 días

La banda sonora


martes, 21 de mayo de 2013

21 de mayo. Faltan 6 días

Algunas cosas que me angustian sobre el viaje:

-Pensar que puedo perderme. Aquí va a aparecer más de uno a decirme que la mejor forma de conocer una ciudad en perdiéndose en ella. Bueno, no. Lo siento, me angustia no saber cómo volver o de qué lado vine. Puede caminar horas, andar en bici o tomarme mil colectivos pero siempre tengo que tener en la cabeza cómo volver. ¿O también van a venir a decirme que la mejor forma de conocer el tercer cordón del conurbano es "dejándose llevar"? Pavadas no.

-Pensar las cosas que puedo perderme. Ya dije que no investigo mucho sobre los lugares porque me da mucha ansiedad pensar que no voy a poder recorrerla toda pero al mismo tiempo no saber nada sobre un lugar es riesgoso: uno no sabe ni en qué zona conviene hospedarse ni en qué barrio conviene comer.

-Que no me entiendan cuando hablo. La incomunicación me resulta pesadillesca. Querer pedirle algo a alguien y no saber cómo explicarse o que el otro no entienda entra en el top ten de momentos más desagradables a los que alguien puede someterme. Pensar que me puede pasar eso en Berlín (un lugar que quiero conocer hace muchos años) me hace estremecer de miedo.

-Que una comida me caiga mal y perder algún día vomitando. También está en el top ten de momentos más desagradables y es algo que ocurre frecuentemente y es algo que es inevitable porque salvo que una comida esté podrida o fea, como cualquier cosa.

-Que todo me parezca caro. Esta angustia ya no está tan presente porque me repitieron hasta el hartazgo: "te arreglás". Confío.

-Que me roben - violen - maten - torturen y alguien tenga que encargarse de mi cuerpo y eso.

lunes, 20 de mayo de 2013

20 de mayo. Siguen faltando 7 días

Sobre las listas.

Todos los días me levanto y mientras desayuno pienso qué me falta del viaje y la verdad es que los días pasan y la lista sigue estando igual y probablemente la mitad de las cosas que están en ellas (que no son indispensables ni condiciones necesarias para viajar) queden pendientes. Los vagos somos así.

El problema más grande con las listas es que siempre, inevitablemente, algo queda afuera. A veces, cuando la lista es arbitraria y caprichosa, lo que queda afuera es tonto y reemplazable y finalmente no importa tanto que haya quedado afuera. Pero cuando la lista es una lista de tareas INDISPENSABLES el margen de error debe reducirse al mínimo y siempre, siempre, siempre queda la sensación de que algo nos estamos olvidando.

Yo soy fan de las listas de último momento. Cuando tenía que rendir un parcial y a dos días me faltaba leer más de la mitad del material pasaba horas armando una lista y cronograma detallando hora por hora qué iba a leer y cuándo lo iba a resumir y cuándo lo iba a repasar. En esos casos la lista de cosas por leer se volvía el elemento que más me presionaba y, aunque nunca terminaba de hacer los resúmenes a tiempo, me fue mal solamente en dos parciales en toda la carrera.

Yo soy fan de las listas de último momento porque tengo la sensación de que cuanto más tarde las haga y con más presión, menos voy a olvidar. Hace poco fui un fin de semana a Tigre (sí, ya sé que no tiene comparación) y minutos antes de acostarme a dormir hice una lista inmensa con todo lo que tenía que llevar y no podía de ninguna manera, bajo ningún punto de vista, olvidarme. Y no me olvidé nada.

Yo soy fan de hacer las listas a mano. En hoja cuadriculada de cuaderno de facultad o block A4 (no oficio, muerte al tamaño oficio), con birome negra trazo grueso. Si no están dadas las condiciones prefiero rendirme porque hacer una lista con tinta azul está demasiado cerca de la infelicidad y no estoy preparada para semejante tragedia.

Yo soy fan de las listas eclécticas. El temor a hacer una lista de INDISPENSABLES y olvidarme de algo ídem es tan grande que hago una sola lista enorme que va desde "Hacer equis trámite porque si no no podemos entrar a Europa" hasta "cotonetes".

La semana pasada me preguntaron varias veces qué me faltaba y yo no sabía contestar. A casi todos les dije que hoy, lunes, iba a hacer la lista definitiva de todo lo que me necesito pero la verdad es que hoy, lunes, me parece que todavía falta un montón para viajar y que si hago la lista así, con tanta anticipación y tan poca presión, no va a funcionar.

20 de mayo. Faltan 7 días

Una semana antes, algunas cosas que hacer:

-Llamar a la/las tarjetas de crédito para avisar que viajamos (las cosas que todavía hoy, 2013, se hacen telefónicamente me ponen de pésimo humor). Hecho.

-Hacer el trámite de la AFIP para comprar euros (en marzo viajé a Miami y cuando hice el trámite sentí, lo juro, escuché las risotadas de los empleados públicos cuando vieron que un pobre monotributista quería comprar platita. Hecho. No me dan ni cinco euros.

-Averiguar qué tipo de adaptador llevar. Pregunté en twitter (que es como mi google personalizado) y me pasaron dos cosas muy útiles: el link a un adaptador universal (que ya está en proceso de compra) y un mapa con el detalle de los tipos de enchufe que se usan en el mundo.



-Comprar frascos chiquitos de plástico. Fui a muchos lugares y todavía no conseguí. Estoy pensando que no me voy a complicar con tamaña pavada y que en último caso compraré en alguna farmacia de Barcelona.

-Comprar bolsitas ziploc.

-Comprar candaditos para las valijas. 

-Imprimir: pasaje a Barcelona. Pasaje a Mallorca. Pasaje a Bruselas. Asistencia al viajero. Hecho.

-Averiguar en el resto del mundo dónde va uno cuando tiene que imprimir algo.

domingo, 19 de mayo de 2013

19 de mayo. Faltan 8 días

No todo es alegría en la cuenta regresiva.

Sueño que tengo problemas físicos, enfermedades y dolencias en lugares desconocidos donde nadie puede ayudarme.

Sueño que estoy indispuesta. Tengo un fuerte dolor de panza y voy al baño. Me bajo la bombacha y apenas me siento en el inodoro empiezo a chorrear sangre, primero unas gotas, después un chorrito como de pis, después un poco más y después como una canilla. Largo y largo y largo sangre y no sé qué hacer porque el inodoro empieza a llenarse de sangre y si me muevo un poco salpico a las paredes. Ya está la tabla manchada de sangre y mis manos, ¿cómo se mancharon de sangre mis manos? Agarro un pedazo de papel higiénico pero es inútil porque el papel se empapa de sangre y me incorporo un poco pensando que tengo que llamar a alguien, que alguien tiene que ayudarme, que no puedo salir de ese baño así, bañada en sangre, que no puedo dejar las paredes salpicadas, el rollo salpicado y mi ropa toda sucia. No puedo y no paro de sangrar, mi canilla nunca se cierra.

Sueño que tengo algo en una muela. Algo que no debería estar ahí. Lo busco con la lengua para intentar sacarlo pero no hay forma porque es una de las muelas de atrás de todo así que meto el dedo y apenas toco donde suponía que había algo lo que siento es un dolor punzante que me recorre desde el ojo izquierdo hasta la punta de los pies. Como no me convence que la sensación haya sido real (pienso que tal vez fue el miedo, la sugestión) vuelvo a tocarme con el dedo y vuelvo a sentir ese dolor punzante y agudo y sigo tocando y sigo sintiendo ese dolor pero tanto toco que aflojo la muela y tiro un poco y me la saco y empiezo a sangrar. Escupo sangre y siento que tengo algo en otra muela y pasa todo lo mismo y así con todas las muelas y los dientes.

Sueño que estoy sola. No sé de dónde venía ni para dónde iba y no tengo idea dónde estoy. Tampoco sé dónde está Juan, dónde está la gente, dónde están los colores. Es todo soledad, calles vacías, negocios cerrados. Estoy en el medio de una película apocalíptica justo en el momento después del apocalipsis, ahí donde el protagonista se da cuenta que se salvó -o sale de su escondite- y no sabe para dónde disparar. Me quedo quieta unos segundos. Me siento en el cordón de una calle. Espero.

Sueño que me subo a un taxi con todas las maletas. Estoy yendo al aeropuerto para volver a mi casa en Buenos Aires. Es tarde. Le digo al taxista que maneje rápido, que tome un atajo, que pase semáforos en rojo, que atropelle viejitos, carritos con bebé, señoras embarazadas, que haga lo que crea necesario porque si pierdo el avión no puedo volver de ninguna manera -de ninguna manera- a mi país. El conductor se compromete con la causa y maneja rápido y brusco por todas las calles y pareciera que cada vez que doblamos levantamos polvareda. Cuando estamos llegando pienso -práctica- "voy a agarrar todos los papeles así hago el check in a toda velocidad" y cuando empiezo a buscar el portadocumentos me doy cuenta que lo dejé en el hotel en la mesita de luz junto con todo el efectivo que me quedaba. Pienso que cómo pude ser tan estúpida de no revisar el cajón de la mesita de luz sabiendo que siempre me olvido cosas ahí.

Sueño que me detienen en: el aeropuerto, la aduana, la calle, los hoteles. Me detienen sin decirme por qué me detienen y me llevan a un lugar al que no llego porque, por suerte, siempre me despierto.

sábado, 18 de mayo de 2013

18 de mayo. Faltan 9 días

El circuito

Después de Bélgica es -supuestamente- Amsterdam y Berlín. Hago algunas cuentas y me doy cuenta que me quedan, todavía, muchos días libres en Europa y no pienso volver a España porque el tiempo que vamos a haber estado será más que suficiente.
Tipeo "mapa de Europa".
Me fijo qué queda cerca de Berlín: Dinamarca.

¿Y si vamos unos días a Copenhague?
Busco pasajes, comparo precios, averiguo baggage policy, busco alojamiento, miro fotos.
Me entusiasmo.

Me fijo qué otra cosa queda cerca de Copenhague: Estocolmo.

¿Y si vamos unos días a Estocolmo?
Busco pasajes, comparo precios, averiguo baggage policy, busco alojamiento, miro fotos.
Me entusiasmo.

Me fijo qué queda cerca de Estocolmo: Finlandia.
¿Y si vamos unos días a Helsinki?
Busco pasajes, comparo precios, averiguo baggage policy, busco alojamiento, miro fotos.
Me entusiasmo.


Y así.
Todos los días desde hace seis meses.

viernes, 17 de mayo de 2013

17 de mayo. Faltan 10 días

Cuenta regresiva.
10 días antes del viaje.

Algo sobre los consejos.
En las últimas semanas recibí recomendaciones de todas las alas de mi vida: mis padres me recomendaron que llevara mucho efectivo y que no usara la tarjeta, un alarmista me dijo que lo del 20% estaba por subir al 40%, un amigo me dijo que tantos días en Barcelona para una primera visita a Europa no eran necesarios y varios, muchos, demasiados, me dijeron que Bélgica (Bélgica todo y en particulas Bruselas) no vale "tanto" la pena. También me dijeron "Para qué Mallorca" y "Por qué no Italia" y "Sin Londres ni París no hay paraíso". Escuché pacientemente todas las recomendaciones que me dieron: andá en bus, andá en avión, andá en tren, caminá, comprate una bici, alquilate un auto, tomate un buque, quedate donde estás y no te muevas y debo decir lo siguiente: nadie se pone de acuerdo con nada y tal vez por eso sea tan lindo viajar. Hay tantos viajes posibles como tantos viajantes en el mundo. Hay quienes llevan un presupuesto de antemano y lo cumplen y si no lo cumplen se largan a llorar y hay quienes van viendo y hay quienes tienen un aproximado. Yo soy de las del aproximado: el límite de gasto por día que tengo es 50 euros. Ojalá sea mucho menos. No creo poder permitirme mucho más.

Algo íntimo.
Es la primera vez que hago un viaje largo con Juan.
Fuimos a la playa varias veces, fuimos a su pueblo otras tantas pero nunca tantos días, tan lejos, tanto tiempo y en lugares tan desconocidos. Hace ya un mes que cada vez que nos vemos nos repetimos "Qué bueno que va a estar el viaje" pero yo me pregunto: ¿Habrá espacio para que cada uno haga algo por separado? ¿Nos cansaremos de vernos todo el santo día las jetas? ¿Discutiremos por pavadas?

Algo turístico.
No sé planificar un viaje. No sé investigar sobre lugares porque no puedo establecer prioridades: quiero conocer todo lo que veo y me angustia saber que eso es imposible. Pido recomendaciones a amigos y conocidos y después cuestiono lo que me recomiendan. Me aburre buscar información porque me recuerda al secundario y las monografías etcétera. La otra vez la web de Brujas y anoté veintocho cosas que quería hacer y ver en una ciudad que se supone tan pequeña como para recorrer en un día. Después perdí la lista.
Mi idea inicial era partir de Buenos Aires con todos los vuelos internos comprados y con los departamentos o cuartos alquilados o, al menos, reservados. Pero junto con la tercera cuota del pasaje principal y cuando yo me disponía a averiguar para comprar los del medio, Juan se sentó al lado mio y dijo: "Para mi hay que ir viendo allá y hacer todo más o menos espontáneo".
A pesar de las recomendaciones de amigos, esas del tipo "Están locos", "Si hacen eso terminan gastando un montón más de plata", "Después no van a conseguir pasajes ni hoteles y van a terminar durmiendo en la calle o, PEOR, muriendo como homeless" decidimos hacer más o menos planificado y más o menos espontáneo:
Buenos Aires - Barcelona
Barcelona - Mallorca
Mallorca - Barcelona
Barcelona - Bruselas
Y después, quién sabe. La idea en Bélgica es hacer Bruselas, Brujas, Gent y tal vez Amberes y después ir a Amsterdam y a Berlín. Si queda tiempo y plata todavía estamos dudando entre París o Londres o si de repente nos la jugamos con todo París Y Londres.

Faltan diez días y en diez días tengo que dejar en orden todo lo laboral. Lavar toda, absolutamente toda la ropa que voy a llevar. Hacer listas de cosas que necesito comprar y que necesito llevar. Conseguir una valija para arriba del avión. Depilarme.

jueves, 16 de mayo de 2013

¿Cuál fue la crisis de ansiedad más grande que tuviste en tu vida?

El lunes 27 de mayo me subo un avión y me tomo el palo al viejo mundo y vuelvo el 5 de julio.
Desde el comienzo del plan la idea fue armar un diario de viaje bien old school: comprar un cuaderno, escribir a mano, pegar fotos, hacer como hacíamos con la agenda quinceañera pero quince años más tarde.
Me rendí a los dos minutos porque sé que escribir a mano es algo que ya no se usa (y me cansa y me aburre), porque no voy a llevar una plasticola al viaje y porque... bueno... tengo casi treinta años.
Entonces trasladé la idea a un .doc y después, como cualquier pavada que escribo me dan ganas de compartirla, me dije que por qué no volvía acá así que aquí estoy. Y sé que los blogs están muertos pero ¿qué opción me queda? ¿compartir un google doc? No.

Hace algunos días empecé a escribir algunos posts sueltos y pensaba empezar a publicar mañana, faltando exactamente diez días para viajar. Recién por chat me dijeron: pero no deberías publicarlo, no sé, un día antes? es muy pronto para mí. falta mucho, quiero decir.

Y es cierto. Sí. Claro. Por supuesto. No podría negarlo.
Falta mucho pero lo único que pienso es que hace seis meses, cuando saqué el pasaje, faltaba muchísimo más. Y que desde el día que saqué el pasaje, me levanto y lo primero que pienso es que cada vez falta menos. Y que si no hago algo estos últimos diez días antes del viaje la ansiedad me va a convertir en la persona más hinchahuevos del universo porque yo no dudo un segundo en decir que la crisis de ansiedad más grande que tuve en la vida es esta.

Entonces, sí, falta mucho pero mañana empiezo a publicar el diario de viaje Europa 2013. Y al que no le gusta que no lea.